Me quedé dormido y tuve que coger un taxi para ir a trabajar, lo que me supuso tener que aguantar a un taxista que no paró de hablar en todo el trayecto. Bastó con que al entrar él estuviera leyendo el “20 minutos”, periódico gratuito llegado a mi ciudad esta semana, para que comenzara un monólogo sobre su existencia. Acabé apagando el discman y dándole respuestas largas para no escuchar su voz.
Mi prima me trajo las fotos de la boda en las que salgo con mis hermanos y mi padre. Al tener una impresora de color en la empresa, salí a buscar papel fotográfico para hacer unas copias pero el resultado no fue bueno, además se me mojaron con la repentina lluvia al salir del trabajo camino del Coral para comer con mi padre y mis hermanos.
Fue una comida sabrosa pero triste porque a mi hermana le suspendieron con un cuatro el último examen que le quedaba para acabar Políticas. Estuvo toda la mañana en la facultad, de despacho en despacho, buscando una solución alternativa. Contaba con el apoyo de los de administración pero la libertad de cátedra del profesor y su supuesta integridad para tratar a todos los alumnos por igual evitó cualquier modificación en la nota. Tendrá que volver desde Londres en Enero para examinarse, en algunas cosas seguimos siendo números o códigos de barras sin que importen las circunstancias personales y familiares del ser humano que figura detrás.
Un inoportuno cambio de fechas me obligaba a elegir entre ver una película hoy o verla mañana. Si elegía hoy me perdería el partido de baloncesto entre Serbia y España y lo más seguro es que llegara tarde al concierto despedida de los Diplomáticos de Monte Alto; si me decidía por mañana me perdería el partido del Depor en Valencia. Como la decisión era difícil, reflexioné sobre ello y basándome en los retrasos del comienzo de los conciertos opté por ir al cine hoy tras quedar con Alex para vernos luego.
Cogí el 17 para ir al Forum, dando la casualidad que dentro iba mi amigo Juan, mismo rumbo pero citas diferentes. Quedó con un amigo suyo que trabajaba en el “Qué” que se llamaba Iago, sería demasiado que hubiera dos tipos con ese nombre en esa pequeña redacción, por lo que estaba claro que era el mismo Iago al que yo conocí por Iván. Es la segunda vez que nos pasa que tenemos amigos o conocidos comunes sin saberlo. Nos bajamos en la misma parada y quedamos en vernos posiblemente mañana después del Depor.
Dicen que en el término medio está la virtud, y esta noche me he movido en ese ámbito. La película era
Vai e vem de Joao Cesar Monteiro, que también es el protagonista y que falleció recién terminada la cinta. Había leído algo sobre ella pero no había visto ninguna del director aunque la presencia de Paulo Branco como productor era una baza a su favor. Se podría decir que es una película culta y difícil para los no iniciados, llena de referencias y guiños que acompañan a la manera de contar la historia llena de bucles que reflejan la rutina del viejo protagonista. La visión de la vida y la muerte, la galería de personajes secundarios, los diálogos, los excelentes planos y la facilidad del rodaje hacen que las 3 horas que dura se hagan amenas. Salvo la última parte que se me hizo un poco larga, el tiempo me pasó volando. La gente de la sala se iba marchando poco a poco, es lo que tiene llenar tus horas de ocio metiéndote en cualquier película sin saber nada de ella, las pobres viejas habituales se quedaron sorprendidas, igual pasó con algunas parejas mayores que no aguantaron hasta el final. Fue el mejor epitafio que dejó el autor, más que nunca las circunstancias vitales lograron mezclar la realidad con la ficción llegando al corazón de los pocos espectadores que quedábamos en la sala.
Dejando a un lado el cine culto y de minorías, se encontraba el concierto-despedida de los Diplomáticos, ejemplo de cultura de barrio ajena a los grandes nombres y mitos lejanos. Salí andando porque suponía que el concierto ya había empezado pero cuando llegué, llamé a Alex y fue encontrarme con él y comenzar el concierto. Me salió perfecto, sería un efecto acumulativo de tomarme dos donuts ayer. Pensé que seríamos más gente pero solo estábamos Alex, Sonia, Luz y yo. Había mucha gente: conocidos de vista del barrio o del instituto, miembros del mundo folk coruñés y llamativas sorpresas como la presencia de argentinos con su mate o esa chica llamada Carmela que está por todas partes. El repertorio estuvo acompañado de continuas visitas al escenario de antiguos componentes o colaboradores del grupo o amigos como Lino Braxe, Xan Papaqueixo, Carlos Blanco, Guadi Galego, Uxía Senlle, Susana Seivane, Mercedes Peón o Julián Hernández. Resultó emotivo pero menos de lo que pensaba, se notaron las tres ausencias más significativas: Manuel María (sonó su voz pero su muerte impidió su presencia física), Manolo Rivas (¿hay motivo?) y sobre todo el antiguo líder y creador del movimiento bravú el hiperactivo Xurxo Souto (la excusa de un compromiso no convenció a nadie sabiendo que al día siguiente no iba a faltar a su programa de radio de las doce del mediodía). Cuando acabó nos dirigimos a tomar algo en A Repichoca pero había una fiesta privada de la gente del concierto en la que se había metido Bea, tras un leve intento por entrar nos fuimos a casa.