martes, diciembre 23, 2008 

Decíamos ayer…

Antes de nada tranquilizaros, durante todo este tiempo no le pasó nada grave a mi yo personal.

El aspecto físico es el que es y no he hecho nada por cambiarlo. Comencé a ir al gimnasio pero no lo suficiente para que se notarán demasiado los cambios, bajando de peso lo justo para saber que ya no es el ocho el primer número de la báscula.
Mis sospechas eran ciertas en cuanto a la vista se refiere y además de aumentarme la miopía también tengo astigmatismo. Ello supuso gafas nuevas por triplicado. Fue tan increíble comprobar que cambiarle los cristales a mis gafas de currar de cuatro años fuera tan caro como adquirir tres gafas graduadas nuevas (unas de ellas de sol Rayban).
En cambio mis dientes solo necesitaron la limpieza anual sin nada que añadir o quitar y los tapones de cera salieron en una visita al ambulatorio días después.

Pero no todo iba a ser mejoría y desde hace unas semanas tengo la espalda fatal. En parte debido a la falta de ejercicio pero principalmente considero que se debe al trabajo.
El esfuerzo físico y mental que supone dejarte la piel en hacer algo por lo que no te sientes valorado y que otros se lleven las flores acumula tensión y convierte cada jornada laboral en un infierno. Ante la imposibilidad de buscarse alternativas factibles debido a la crisis decides que lo mejor es trabajar, trabajar y trabajar que es para lo que te pagan y pasar de sonrisitas, palmaditas y demás confabulaciones que no van a mejorar tu situación. Ver, oír y callar.

Las horas restantes del cada día son para uno mismo. Huyes de la pantalla del ordenador porque ya tuviste suficiente en el trabajo y te refugias en tu casa cada vez más fría y más abandonada siempre y cuando no tengas que hacer algún recado. Luego vas a buscarla o subes a su casa para cenar y dormir juntos.

Pasan los días y te das cuenta que has abandonado tu vida virtual y apenas quedas con tus amigos de toda la vida. Te da igual, tu tiempo es oro y lo quieres pasar con ella. No te sientes culpable porque sabes que no eres el único que no llama.

Y sobre todo sabes que no te has aburrido. Jugaste al bang y al maribingo. Estuviste un fin de semana en Viveiro y casi una semana en Londres. Fuiste al 981festival y pudiste ir a otros muchos conciertos. El cine fuera de casa rompió todas las estadísticas con apenas cuatro citas (Los Limoneros/ Sympathy for Lady Vengeance/I'm a Cyborg, But That's OK/3:10 to Yuma).Te invitaron a cumpleaños, comidas y cenas pero también participaste en funerales y velatorios. Conociste a su familia y conoció a la tuya.

Pero lo más importante, sobre todo en lo que os afecta a vosotros queridos lectores, es que no sentí la necesidad de contarlo. No era el temor a la hoja en blanco porque tenía muchos detalles con que rellenarla. Simplemente desaparecieron las musas, esa especie de cosquilleo que sientes cuando tecleas lo que quieres decir. La bola de nieve de datos crecía y crecía, se hacía insostenible volver y nada mejor que utilizar como metáfora el famoso “Decíamos ayer…” para decir que lo dejo.

Sí. Lo dejo.

Ya sé que podrían volver las musas pero la esencia de la bitácora desapareció porque dejó de ser un diario (ESTOY) y el cine como tal ya no llena ni un mísero párrafo (EN EL CGAI).

Dicho está pues. Por aquello de cerrarlo justo cuando cumpla cuatro años les queda un mes para despedirse, resignarse o echármelo en cara (si es que no se han ido ya con la música a otra parte).

No cierro las puertas de la escritura pero si vuelven las musas (reales o virtuales) será en otro sitio, con otro nombre y (quién sabe si) en otro formato.

Por último agradecerles su fidelidad (ustedes saben quienes se pueden dar por aludidos).

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