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sábado, septiembre 03, 2005 

Crónica de una boda

Dormí hasta la hora de comer con el fin de obtener la energía suficiente para poder aguantar esta noche. Comí algo ligero y rápido en el Aroma con mi padre y mi hermano recién llegado la noche anterior. Como faltaban dos horas para irse a la boda, bajé algo más de media hora a la playa para coger una pizca de color. Me encontré con la madre de Santos que se sorprendió al verme por allí pero mi rápida explicación del horario le bastó para comprenderlo.
Subí, me duché y afeité como requisito previo al proceso de vestirse. Limpié los zapatos mientas me ponía el traje y la camisa comprendiendo que me seguía quedando inmenso aunque ya no me caía el pantalón. Sentía que me quedaba demasiado holgado, el arreglo había disimulado algo pero intentar parecer el mismo, dentro de un traje sin estrenar que tiene dos años y es una talla mayor que la que uso ahora, era tarea imposible. Volví a hacerme un nudo de la corbata tras mucho tiempo y solo necesité tres intentos para que quedara decente.
Tenía pensado ir en el bus con la mayoría de la familia pero finalmente me decanté por ir en coche con mis hermanos y recogimos a mi tía Raquel (la madre de la novia) que esperaba a que pasaran a recoger a la novia. Fuimos haciendo rally con mi hermano en plan Fangio y llegamos a la iglesia. Saludos y rencuentros de rigor con los familiares cercanos y lejanos, llegada de la novia del brazo de su padre y el novio que ya estaba algo perdido y no sabía que hacer hasta que le dijeron que tenía que esperar dentro. De la ceremonia solo escuché cinco minutos, el tiempo suficiente para reírme cuando el cura (amigo de la familia) confundió tres veces el nombre del novio con el de mi tío, padre de la novia y padrino de boda. Poco faltó para que casara al padre con la hija.
Me salí fuera al rincón de los ateos que a falta de un bar cerca ya se habían traído de casa unas latas de cerveza. Charla distendida con acercamiento por turnos a la iglesia para saber si faltaba mucho, entré para pedirle el paquete de arroz a mi hermana. Una lluvia de pétalos de rosas y arroz cayó sobre los novios y conseguimos que nos hicieran una foto a mi padre con sus hijos (futuro regalo enmarcado para su cumpleaños).
El camino hasta el restaurante El Pantano se hizo largo y tedios con muchas curvas, hice bien en cambiar el coche por el bus. Llegada e impresión ante el despliegue de bodas y recintos para acogerlas. Conseguimos encontrar el nuestro tras pasar por delante de otras que ya estaban acabando lo que subrayaba lo patético del momento.
Primero todos al jardín para disfrutar de los aperitivos y ver con quién nos había tocado en las mesas de la cena. Después pasamos a las mesas, sentándonos y haciendo un primer balance de las chicas desconocidas presentes y buscando la silla idónea para no perder de vista a los “fichajes” a la vez que intentabas estar rodeado de los que te caían mejor. Otra vez la espera por los novios para la ceremonia del corte de la tarta con la espada y los gritos de “vivan los novios” y similares. La comida transcurrió con abundancia de platos, risas y mezcla de bebidas. Primero un pateiro, de segundo cigalas a la plancha, luego una vieira (lo único malo), el rape, un digestivo sorbete de limón, la carne, la tarta, el helado y el café. Ya llevaba bastante alcohol por lo que el café de pota y con hielo era lo que mejor me venía. Por segunda vez en mi vida me atreví a fumarme un puro (la primera fue cuando el Depor ganó la liga) y resultó menos desagradable de lo que recordaba.
Aún estaba paladeando el cigarro cuando llegó el Dj y los novios abrieron el baile con un vals sorprendente (el de la película del Padrino, lo apuntaré como candidato para futuras bodas). Me tomé dos vodkas mientras escuchaba sentado los típicos temas de Bisbal, Chenoa, el puto rigitón, lambadas y paquitos chocolateros. Me lancé con Rafaela Carrá y Camilo Sesto, me metí en la vorágine bailando cualquier cosa desde “Nada Fue Un Error”, “La tortura” o un exaltado “Crazy In Love”; solo escapé para beber varios litros de agua o visitar el servicio. El novio estaba muy borracho, fue manteado por sus amigos y mi tío se llevaba las manos a la cabeza al ver a su futuro yerno en ese estado. En plena fiesta los mayores se fueron a las tres y media en el primer viaje del bus dando pie a DJ para explayarse y poner los temas que le gustaban al novio y a él. Fueron cayendo sorpresivamente desde AC/DC, Deep Purple o Led Zeppelín hasta Neil Young, Police, Beatles, Rolling o Sabina. Conseguí bailar con la novia unos segundos con “Y nos dieron las diez” hasta que se la cedí a otro primo porque era de los últimos temas y había que repartirse.
Finalmente mi tío comenzó a coger a todo el mundo porque el bus se iba. Durante el trayecto continuamos la fiesta cantando y riéndonos hasta llegar al obelisco donde nos fuimos para casa.

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