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viernes, septiembre 09, 2005 

Perder el sentido

Hay días en que un simple gesto lo cambia todo. Ver que el bus arranca y correr tras él hasta la siguiente parada y cogerlo es una satisfacción aunque te deje sin aliento todo el recorrido hasta la puerta del trabajo. Recibir una inesperada llamada de una amiga que está lejos y te pide la dirección de tu blog. Saborear el pan recién hecho empapado de café en el descanso mientras fuera llueve que arrolla. Reírte después de comer con un monólogo de un paisano tuyo en la Paramount evita la siesta. Descubrir nuevas webs interesantes sin engancharte limitando el hecho a una hora. Ponerte un disco y salir a la calle en una tarde radiante para ver una peli que evoca todos los sentidos es otra de esas acciones que te alegran el día.
Pero casi todo lo anterior ha ocurrido otras veces, lo que lo diferencia y lo hace especial puede ser un simple gesto. Por ejemplo, ha bastado con que la taquillera del Forum me preguntara qué estaba leyendo (Dostoievski) y me atreviera a preguntarle que leía (siempre está leyendo algo) para sonreír al comprobar que, por una vez, era un temario de oposiciones o algo jurídico del BOE y meterme en la sala sin saber porque había tenido ese gesto si hasta ahora nuestra relación de años se limitaba al intercambio de saludos, entrada y dinero.
Ya en el cine, he visto San zimske noci de Goran Paskaljevic (su título en español es “El sueño de una noche de invierno”). Cuenta la historia de un ex combatiente de la guerra de los Balcanes que regresa a su casa tras pasar diez años en la cárcel y se encuentra que allí viven una madre y su hija autista. El conflicto inicial deja paso a la unión entre los tres desheredados del nuevo país, que sin saberlo ni quererlo se va convirtiendo en una familia. Pero sabemos que en la vida real los finales felices no existen, siempre surge algo que se ceba con los de abajo cuando veían una luz en su camino.
Me ha servido para reflexionar sobre el privilegio de poder disfrutar de los cinco sentidos (aunque sea muy miope, cada vez más sordo, alérgico y con rinitis, y el sentido del tacto en lo que se refiere al contacto personal se esté oxidando por timidez y falta de uso). Asimismo entender mejor a aquellos que viven de forma diferente como los incomprendidos autistas o los discapacitados que por “perder” algún sentido “ganan” los cuatro, los tienen más desarrollados o los valoran en su justa medida. Me sería difícil tener que elegir un sentido para perder, aunque analizándolo fríamente elegiría perder uno cualquiera a cambio de mantener la conciencia. Esto último podría derivar en hablar de la demencia senil o el Alzheimer pero lo dejaremos para otro día.

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