Estoy en el CGAI

Segunda película consecutiva de Claire Denis que voy a ver en mi sala favorita. Esta vez hay más gente que ayer, parece casi lleno y el calor contrasta con el frío de fuera.
Es la historia de una mujer que está de mudanza (qué envidia), se marchará a vivir con su novio. Llena de cajas y de dudas entre que dejar y que quedarse, carga las cosas en su coche sin darse cuenta que la circulación no es fluida. Pone la radio donde una locutora, con cierta ironía informa que el atasco durará muchas horas, la ciudad está colapsada y se pide paciencia a los conductores y solidaridad con los peatones ante la huelga de transporte público. Entonces aparece él, con ese aire seductor irresistible, el tipo de hombre por el que cualquiera se sentiría atraída y se dejan llevar. El magnetismo que produce Vincent Lindon es tal que hasta el más heterosexual de los hombres sentiría ciertas dosis de admiración (o envidia).Hasta aquí puedo contar sin destrozarla. Nos lo cuenta con muchos planos cortos, basándose en miradas y gestos, dejando los escasos diálogos para situaciones muy concretas.
A título personal, dejando a un lado la crítica cinematográfica, ver que se encienden las luces y que al salir te cruzas con cuatro de las chicas (unas conocidas y otras desconocidas) que han rondado tu cabeza en los últimos tiempos, sin más gestos que un saludo o una simple mirada, te provoca sentimientos encontrados que te hacen olvidar lo visto anteriormente.

Por estas fechas me suele pasar que tengo que abandonar la oficina para ir por los hospitales a hacer inventario. Hoy he tenido que salir, no ha sido concretamente un inventario pero eran necesarias dos personas para llevar material a Ferrol y como el resto no estaban disponibles me ha tocado a mí acompañar a mi compañero.
Pasamos por dos hospitales. En el primero entramos en la zona de quirófanos donde pude ver a un niño preparado para entrar mientras su madre intentaba no llorar. Paramos para comer y nos fuimos al otro, esta vez a la zona de esterilización a recoger material y entregar otro. Lo curioso del segundo es que trabajan monjas, de hecho la supervisora es una monja que iba de blanco no de negro. Me resultó extraño, intenté dejar a un lado viejos rencores o principios y me comporté como un catequista amable y sonriente; me miraban de una forma telepática que pensé que sabían que no hice la comunión y que tengo la carta de apostasía preparada para llevar a la iglesia cualquier día. Fue mi experiencia religiosa, casi divina. Mi compañero me comentó que en otra ocasión con motivo de la navidad les dieron lo que parecían ser participaciones de lotería pero cuando llegaron al coche eran unas estampitas de no se qué virgen, me hacen eso a mí y me cago en Dios.

Primera dosis semanal de cine en el Cgai. Comienza el ciclo sobre la directora francesa Claire Denis en colaboración con el Festival Internacional de Gijón.
Esta tarde han proyectado la película “S’en Fout La Mort”. Cuenta la historia marginal de dos inmigrantes que llegan a París para asociarse con un mafioso de poca monta, conocido por uno de ellos, para hacer peleas clandestinas de gallos. Sueñan con hacerse ricos y pagar sus deudas pero para eso tienen aceptar las duras condiciones del trato: vivir con (y como) los animales, recluidos en un mísero lugar. Nos muestra todo el proceso de la pelea desde el entrenamiento de los gallos hasta la realización de las apuestas, con un ritmo ágil y constante como si la propia realización del filme fuera una de esas peleas. De fondo aparece el amor, que sienten por sus mimados animales y por una mujer que con su presencia convierte la convivencia entre los dos amigos en imposible.

Empiezo la semana reponiéndome del baño que nos metieron el domingo el Villareal con Riquelme y compañía, recordando a un fulano de la grada que sólo llevaba unas bermudas y una camiseta que formó un revuelo de cámaras grabando y sonrisas del abrigado público que lo tomaban por loco.
Un lunes de agobiante trabajo compensado con una cita al salir con Sergio y Tóni en el Green Street, casi tres horas de puesta al día de nuestras solitarias vidas y la promesa de una futura noche de sábado juntos de nuevo.
Hoy también el trabajo ha sido duro, pero se ha llevado mejor porque se han formado los equipos de bolos para el torneo interno que haremos en la empresa. El estilo de mi nuevo jefe está causando grandes cambios, unos más duros que otros; esa nueva forma de fomentar el buen rollo laboral está muy bien aunque con un aumento de sueldo generalizado el ambiente laboral (que ya es bueno) sería extraordinario.
Por la tarde he ido a comprar el regalo a mi padre que mañana está de santo. Como ha comenzado unas clases de informática he decidido comprarle un ratón para su portátil y de paso he adquirido un cartucho de tinta y una tarjeta de memoria para mi cámara que comenzaré a usar en breve.
Por cierto lo del fotolog lo dejaré para otros que hacen unas fotos muy chulas, y se creen que con eso ya pueden dar consejos (cuando ellos aún llevan la ele virtual de novatos) sobre cómo deben escribir sus diarios. Les falla el concepto, mi pretensión con este diario es contar lo que pasa desde mi punto de vista, yo ante todo escribo para mí, no me importa que me lean y no pretendo tener una legión de seguidores que me adoren ni comenzar amistades virtuales que nunca me han interesado. No tengo que dar ninguna explicación sobre la gente de la que hablo, simplemente si hay alguien que le moleste que aparezca su nombre que me mande un correo y me encargaré de nombrarle de otra forma aunque solo yo la entienda. Dixit.

Hace ya algún tiempo tomé la sabia decisión de no dejar de ir a un concierto por tener que hacerlo en solitario. Reconozco que es una decisión arriesgada pero que me demuestra que en ocasiones, merece la pena. Esta noche ha sido una de ellas.
La cita era pasada la medianoche en el Playa, actuaba Big Boss Man. En la entrada se acumula bastante gente, predomina la estética indie, muchas patillas y gafas de pasta.
La noche promete. Dejo el plumas y el jersei negros en el ropero y me quedo con mi camiseta de rayas horizontales rojas y negras. Echo un vistazo general pero la gente que veo no es lo suficientemente conocida como para ir más allá de una mirada furtiva o un ligero movimiento de cabeza. Me acerco a la barra a pedir una cerveza que me tomo sentado en el suelo ajeno a las piernas y el murmullo que me rodea. Paladeo cada sorbo como si fuera el último porque si todo va como yo espero no volveré a beber hasta que acabe el concierto. Me da tiempo a echar una meada antes de que salgan al escenario, la cosa va bien. Me sitúo en una tercera fila y centrado, lo suficientemente discreta para poder ver y bailar a gusto sin empujar a nadie. Un último vistazo alrededor y comienzo a distinguir sombras conocidas como Arturo Lezcano en un grupo en el que después sabré que estaba Cristina P. Detalle curioso y morbosa a la vez, cuando a los pocos segundos veo a Carmela que se dirige hacia allí pero da un giro brusco al verle y se va al otro extremo, el cotilla que llevo dentro no pudo reprimir una leve sonrisa.
Por fin, saltan a escena el cuarteto británico. El líder hace los típicos peloteos de rigor en un macarrónico castellano, lleva gafas de sol y patillas, canta, toca el Hammond y los bongos. Ya estuvo el año pasado en solitario como “The Bongolian” pero me lo perdí (me parece que estaba enfermo).A su lado tiene al guitarrista, parece más joven y tiene un aire mod con traje y corbata, le sigue el bajista una jirafa de brazos tatuados y pelo mohicano que no desentonaría en alguno de los grupos prefabricados de neopunk y por último el batería con pelos y pañuelo que le dan un aire retro sesentero. Y suena la música….el inconfundible sonido del Hammond me provoca los primeros espasmos, mi cuerpo quiere bailar, me dejo arrastrar por esa mezcla de sonidos donde se alternan los bongos con el Boogaloo y ligeros toques de jazz. Al tercer tema ya sudo y no me puedo parar, me da igual que sea beat, funk, soul o cualquiera de los anteriores. Los que me rodean están igual que yo, salvo unos encorbatados de traje y abrigo que parecen fuera de lugar y su visión provoca más calor que la propia música o una chica solitaria que está haciendo fotos y tiene una cara de esas bellezas etéreas acentuada por ese estilo sixtie que tanto me gusta. Consigue distraerme unos segundos pero enseguida vuelvo a bailar mientras los encorbatados han empezado a acosarla. Veo a Cristina que salta como yo, iré a saludarla al acabar. Se hacen de rogar por los pocos gritos (bastante desesperados) de fanáticos como yo o de borrachos que te siguen la corriente y repiten tus cánticos; pero conseguimos que hagan unos bises. Acaba, voy al baño a refrescarme, me encuentro a Romi (una conocida que me lleva más de diez años) y vuelvo para ir a saludar a Cris. Charla breve, explicaciones varias y despedida. No tengo ganas de acoplarme sin que me lo pidan. En la Nordic ya están pinchando, suena bien y hay buen ambiente, hace unos meses podría quedarme de lobo solitario y bailar hasta morir sin importarme la gente de alrededor, ahora estoy seguro de que bebería más que bailaría y eso supondría ir mañana a ver al Depor resacoso, demasiado para mí. Es mejor irse para casa aunque al salir veas a la chica de la cámara y os quedéis mirando un buen rato sin decir nada sabiendo, ahora o nunca pensáis, pero nadie hace nada y os marcháis,...Es la típica situación que pone la gente en el nuevo País de las Tentaciones:"te ví en el concierto de Big Boss Man, yo de camiseta de rayas y tú haciendo fotos,bla,bla,bla,bla,bla,bla".

Ante una tarde del sábado de las habituales, la perspectiva de pasarse más de cinco horas seguidas viendo fútbol, rugby y grabaciones varias era demasiado fuerte para mi espalda y mis ojos. Lo mejor era hacer una pausa para oxigenarse y caminar un poco, por ejemplo, hacia el Forum para ver el documental “La Memoria del Saqueo” del argentino Fernando E. Solanas, polifacético personaje muy conocido en su país pero totalmente desconocido fuera de sus fronteras.
Primero valiéndose de su cámara digital recoge los testimonios inmediatos y después utiliza imágenes de archivo para completar más de doscientas horas de metraje para explicar las causas de la crisis económica y social del 2001 que asoló su país. En un laborioso montaje consigue hacer un documental de unas dos horas, ágil y necesario, para relatar el continuo saqueo producido por los dirigentes argentinos desde la finalización de la dictadura militar.
Se pasa por sentimientos encontrados mezcla de indignación por la falta de ética de los políticos, del sistema neoliberal y de las multinacionales sin escrúpulos; y el orgullo por ver el levantamiento espontáneo del pueblo en lucha. Estructura la película en diez partes separadas y relacionadas entre sí para explicar las causas del expolio de un país muy rico y próspero que le llevan a la miseria, la pobreza y un cierto tipo de genocidio social. Todo ello contado sin excluir a ninguna voz que quisiera hablar, pero sin olvidar tomar partido por los más débiles, opción obligada y necesaria en esta situación. Aún después de pasados unos minutos no puedes olvidar cómo fue posible tal animalada y sabes que podría haber ocurrido aquí si siguieran las privatizaciones iniciadas hace unas décadas. Una vez más sigue quedando de manifiesto el poder del consumidor para elegir lo que tiene que comprar y si cada uno de nosotros comprendiera que en nuestras manos está la posibilidad de rechazar los productos de las multinacionales que dañan de forma directa o indirecta a la población o la naturaleza optando, en la medida de nuestras posibilidades económicas, por productos más respetuosos con el entorno ciertas pautas de comportamiento de las grandes corporaciones se reducirían. Este es el boicot que se puede hacer, dejémonos de localismos trasnochados que solo favorecen a los ricos.

Después del cgai he llamado a mi amigo Pepe, una amistad de familia que hace que hayamos sido como hermanos aunque nos distanciáramos mucho estos últimos años.
He pasado por su bar “El Inglés” por segunda vez en mi vida, para charlar, tomar unas cañas y recibir una doble invitación la de su futura boda en Junio y la de la inauguración del “Dogbollocks Theatre” segundo local del que es copropietario (junto con el primer “Dogsbollocks”) que se inaugura el próximo jueves 1 con una restringida fiesta en la que estará toda la beautiful people coruñesa incluidos políticos, médicos y empresarios.
Hacía tiempo que no hablábamos y resultó muy agradable reencontrarnos a pesar de las diferencias ideológicas que nos separan.
Medio alegre tras cuatro cañas me dejó en casa, podía haber habido algún otro plan nocturno pero se levantó un viento y una lluvia tan fuertes que decidí quedarme en casa viendo “Solo mía” en mi particular homenaje a la lucha contra la violencia de género y la discriminación de la mujer. Me resulta desagradable cualquier tipo de violencia tanto física como psicológica (más invisible esta última) y alguna vez he presenciado en la calle o en la playa cierto tipo de actitudes que me han dado ganas de golpear a alguien; yo que todavía recuerdo la última vez que pegué a alguien (fueron dos bofetadas a mi hermano pequeño hace más de cinco años y todavía me tiemblan las manos al recordarlo) y comprendí que sería la última. Me odio a mi mismo cuando le grito a mi madre pero en el momento no lo puedo evitar y me temo que esa es una de las excusas que ponen los maltratadotes con lo que me demuestra que cada uno tiene un violento dentro de sí pero que muchos lo tenemos dormido, quizás eternamente. Todo esto me recuerda a mi abuela que me contó que una vez le pegó mi abuelo y le respondió que no habría segunda vez y nunca más se volvió a repetir, aunque fuera otra época demuestra que la educación es fundamental para acabar con el maltrato, las nuevas generaciones siguen utilizando la violencia sin medida, gente de mi edad o menores que me ponen mis pocos pelos de punta.

Tranquilos no he vuelto a convertir este blog en un refugio sentimental y además sería demasiado excesivo (a la par que apetecible) contar un amor desde el comienzo. No va a producirse simplemente porque su lectura por la otra parte contratante podría ser la causa de una pronta ruptura y porque permanecen los ecos del desamor que frenan una nueva y posible búsqueda amorosa.
Como ya sabréis se trata de “Cronaca di un amore” la primera película de Michelangelo Antonioni. Cine negro en estado puro, auténtica obra maestra con una Lucía Bosé muy bella (sí es esa que ahora lleva el pelo azul y madre de Miguel) de chica vamp, una dama sin camelias. Disfruté de cada instante de esa historia de dos que se aman mientras no están juntos y cuando consiguen estarlo dejan de amarse.

Aunque ayer contaba con presentación previa y coloquio final, debido a su largo metraje (145 minutos) preferí dejarla para hoy. Este film del húngaro Bela Tarr está basado en la novela “Az ellenállás melankóliája” de su compatriota László Krazsnahorkai y tardó más de dos años en rodarla.
Algunas veces sabes que tienes que ver una película aunque presientes que no va a ser una experiencia gratificante. Pasas una vez por el aro pero sabes que no repetiras. Me pasó esta noche como ocurrió con el griego Theo Angelopoulos y como sucederá con Andrei Tarkovski. Había poca gente en la sala pero nadie se marchó hasta el final en una especie de catarsis colectiva que te llevaba a paladear cada fotograma pero al mismo tiempo tenías unas ganas locas de que acabara de una vez.
Ese cine contemplativo lleno de planos largos, grandes caminatas en tiempo real que provocan un ritmo muy lento que te lleva a la desesperación resulta una experiencia inquietante. Todo ello rodeado de un halo poético, hipnótico y soñador con algunas secuencias memorables, un prodigioso blanco y negro y una música memorable.
Se podría entrar también en las diversas lecturas sobre los hechos acontecidos en la trama que servirían para un largo debate propio de una facultad de sociología, de políticas o incluso de filosofía sin olvidar las escuelas de cine.
Por todo ello es una película interesante, digamos que está muy bien hecha pero no se la recomendaría a nadie que no fuera un auténtico cinéfilo porque es muy lenta y aburrida, si no pretendes divertirte en una sala de cine puedes verla pero si buscas pasar un rato agradable sin mirar el reloj ni bostezar ésta no es tu película.

Hoy se cumplen diez meses desde que empecé esta aventura. Las ganas han vuelto renovadas, tras un par de meses con ganas de abandonar la vida virtual. El próximo paso será crear un fotolog pero antes tendré que aprender a utilizar mi patética cámara y esta vez sí que compraré la tarjeta de memoria para poder almacenar más de veinte fotos. No será más pronto ni más tarde simplemente cuando esté preparado me lanzaré, aunque como me gustan las fechas muy concretas puede que lo deje para dentro de dos meses como regalo virtual al cumplir un año este diario.
Coincidiendo con esta onomástica, casualmente, he recibido esta tarde el aviso de correos del pedido semestral de Elefant y mañana iré a buscarlo y también al cgai a ver “Las Armonías Werckmeister” de Bela Tarr, ya os contaré que tal si no se me hace muy tarde.
Un saludo para tod@s l@s que me leéis y seguid haciendo comentarios que hacen que la vida de este blog tenga más sentido para el que teclea.

Me llama Marta a la una y pico para bajar a tomar algo antes de comer aunque ya habíamos quedado en vernos esta tarde. Me pilla tirado en el sofá, llevo varias horas viendo la tele (dos capítulos de Parker Lewis en Quatro y un ridículo programa de citas de parejas en la MTV) y todavía no me he duchado. Me resulta extraño y pienso que le pasa algo. Falsa alarma simplemente pasaba por allí cerca y tenía que hacer tiempo hasta pasadas las dos. Casi todos los cafés habituales están cerrados a esas horas por lo que me espera en el Contertulio o algo así. Últimamente estamos quedando mucho, nos usamos como paño de lágrimas en una especie de terapia que sirve para recuperar la amistad aletargada por nuestras agendas ocupadas y los problemas amorosos de cada uno. Charla breve, distendida, interesante y sobre todo, a solas, algo que hacía mucho que no teníamos sin llamadas inoportunas ni otras personas presentes.
Por la tarde ya fue distinto, quedamos a las ocho en el Dublín. Me dijo que ella iba a estar con Cris pero cuando llegué no las encontré. Salí para llamar a Marta, que venía de camino con Luci pero me dijo que Cris ya estaba allí. Miré alrededor y la única posible era una chica que estaba de espaldas hablando con un chico en la barra. No estaba seguro, solo la había visto dos veces y nunca por detrás, demasiado arriesgado saludar y ver que eran dos desconocidos.
Me senté en una mesa, rodeado de gente conocida de vista de la noche coruñesa. Una chica me saludó (se llamaba Begoña), hablé otras veces con ella pero el problema que tengo es que tiene una hermana y deben de ser gemelas. Nuestras miradas se han cruzado muchas veces pero cuando veo a una de ellas no sé distinguirlas, por lo que la siguiente vez que la veo no sé que hacer.
Llegan Marta y Luci que se queda conmigo, Marta va hacia la barra y saluda a la pareja, al final si que era Cris. Su amigo se presenta, se llama Nelson, es majo. Con el paso de los minutos, me veo hablando con Luci y Marta o con Cris y Nelson. Los dos nos damos cuenta de que nos caemos simpáticos pero intentamos deshacer el trío que formamos con Cris. Una dura y limpia pugna por mantener la conversación y seguir haciéndola reír nos lleva a pasarlo realmente bien, disfrutando y firmando una tregua no escrita. Esta tercera vez también me ha causado muy buena impresión, empiezo a notar esa sensación de que habrá más veces y la cosa puede ir a más, me siento cómodo con ella y creo que es mutuo pero sé que será difícil porque la competencia es fuerte.
Cuando me marcho compruebo que mi paraguas no está, alguien se lo ha llevado y no por equivocación porque era el único de ese estilo (negro y de madera). No queda otro negro en el paragüero. Al salir observo a un viejo en la parada, me suena de verlo en el bar y lleva un paraguas igual al mío, la duda que siempre me corroe me hace seguir mi camino limitándome a comentar en alto a Marta y Lucía (Cris y Nelson se quedaron dentro, acepté el “touché” no quería quedarme en pareja de tres) que ese viejo de ahí tenía mi paraguas. Mañana lo echaré de menos, aunque ya tengo solucionado un regalo para la noche de reyes.

Tarde de sábado muy deportiva y televisiva con un primer plato compuesto por un partido amistoso de rugby entre Nueva Zelanda e Inglaterra con una gran victoria de los Allblacks en un test match vibrante y emocionante que alterné con el fútbol y el triunfo del Liverpool con gol de mi admirado Cissé. Ambos espectáculos sirvieron como aperitivo, tras el paréntesis del cine, para el plato fuerte de la jornada que fue ver casi completo el Madrid-Barça que disfruté como nunca sentado con dos madridistas: mi padre y su amigo.
En el descanso llamé a Tóni, que estaba viéndolo en el Green St. con Sergio y Tonecho, para una posible celebración posterior pero me dijo que se irían para casa salvo que les metieran cinco a los blancos (yo le predije el 0-3). En cambio el que me llamó para bajar fue Juan. Fue algo relajado en plan tranquilo unas tapas en el Bombilla y una cerveza en el Patachím (empiezo a sentir nostalgia de tiempos pasados cuando salía por la noche, me estoy curando) y pasadas las doce para casa.

Mítica película de Ozu que me negué a ver hasta que la consiguiera ver como es debido, en pantalla grande y versión original (a las seis en el cgai). Últimamente llevo una racha de obras maestras que me recuerdan lo poco que sé de cine. Prefiero no decir nada sobre los aspectos técnicos del film porque empiezo a resultarme pedante, me limitaré a escribir unas líneas sobre los temas que trata: la emigración del campo a la ciudad, la pérdida del respeto hacia los padres, las mentiras de los hijos sobre lo bien que les va la vida y esa sabiduría que solo dan los años para comprenderlo todo con solo observar y escuchar, virtudes cada vez más desaprovechadas en la nueva sociedad capitalista.

No es que quiera ponerme a hablar de bandas sonoras de películas, bastante tengo con monopolizar parte de mi vida y de este blog con el cine como para abrir otra ventana hacia la música dentro del cine, era lo que me faltaba.
Simplemente se trata de un libro de relatos en gallego escrito por Iván López Gimeno, amigo y personaje polifacético, que presentó esta madrugada en el Velvet. Menos mal que me avisó Santos por sms porque no había leído el comentario que me dejó Iván unos post más atrás y que quedará desfasado al incluir los de esta semana, es lo que tiene lo de acumularlos para actualizar tres o cuatro de golpe.
Se suponía que empezaba a las 00:00, esperé hasta casi y cuarenta para acercarme hasta allí, panorama desolador casi vacío: el artista y los muy allegados (Mónica, Anxo, Luis y Quique). Charla distendida, libro y dedicatoria incluida, empieza a llegar más gente como Ato, Silvia o la couple Iago-Ana. Más conversación interesante, más dedicatorias, tercera cerveza y un mamón que se pone a silbar como si fuera un bakala y se gana la bronca de la jornada por parte de los dueños del local que no le dejan que silbe porque molesta (se agradece el gesto pero se pusieron un poco talibanes).Finalmente hace mella el cansancio y nos marchamos Iago, Ana y yo pasadas las tres. Me sorprendió que me dijeran que iban a coger un taxi a Puerta Real para ir hasta Adelaida Muro, me pareció tan ridículo que no dude en acompañarlos bajándome del taxi unos metros antes de su destino.

Documental compuesto por cinco historias independientes que reflejan los principales problemas contra los que lucha UNICEF: el SIDA en “El secreto mejor guardado” de Patricia Ferreira, la mortalidad infantil en “La vida efímera” de Pere Joan Ventura, la pobreza y la violencia en “Las siete alcantarillas” de Chus Gutiérrez, la explotación infantil en”Hijas de Belén” de Javier Corcuera y la educación de las niñas en “Binta y la gran idea” de Javier Fesser.
Es un cine necesario, incluso de obligado visionado, no sólo en las escuelas, que ayuda a entender el mundo que nos rodea. Comprendes, una vez más, que sigues siendo un privilegiado por comer tres veces al día, tener un techo donde vivir y un trabajo, con la sanidad y la educación garantizadas sin tener la necesidad de aspirar a algo más. Tengo que reconocer que se me saltaron las lágrimas unas cuantas veces. Es que lo de vivir en este ambicioso y asqueroso primer mundo hace perder la perspectiva sobre lo que debe ser la vida; es algo más cercano al bien común, como muestra la solidaridad mostrada de los excluidos ante la individualidad monetaria que nos rodea. Cuando los niños pobres sueñan con un futuro, no desean ser futbolistas o astronautas, quieren ser esos médicos, profesores o diputados para sacar adelante a sus pueblos, no tienen afán de enriquecimiento. Todo ello demuestra que todavía tienen muchas cosas que enseñarnos, el poder del dinero nos ha dejado ciegos y sordos.
Este argumento queda reflejado cuando ves que solo acuden diez personas a la sesión y además los programadores no calcularon bien su duración pensando que duraba 2 h 56 minutos aunque en realidad eran 116 minutos. Este error provocó que solo se pudiese emitir una sesión por día, por ello alguien metió la pata y privó de una película necesaria a mucha gente.

Película de animación dirigida por Mike Johnson y Tim Burton, con las colaboraciones habituales de este último como Danny Elfman para la banda sonora o Johnny Deep y Helena Bonham Carter entre los que ponen las voces a los personajes principales. Es un
espectáculo técnico y visual con una historia algo floja pero llena de humor y personajes interesantes. La lucha de los dos mundos; el supuestamente oscuro de los muertos es en realidad divertido y lleno de color mientras que el de los vivos es oscuro y triste donde en vez de diversión reina la ambición. Por lo demás algunos guiños cinéfilos, un par de sustos que hicieron volar a la niña que se sentaba delante demostrando que para niños menores de diez años tiene demasiadas preguntas sin respuesta y sigue sin gustarme la manía de llenar de canciones las películas de animación.
La sesión era a las seis, versión doblada y en los Filmax del Centro de Ocio del puerto, totalmente desierto. Me acompañaban Alex, Marta y su madre que después nos llevó a merendar chocolate con churros (a Bonilla, por supuesto) como si todavía fuéramos niños, solo faltó que al salir nos hubiera comprado un cucurucho de castañas. Dejamos a su madre camino de casa y “los jóvenes” nos acercamos después hasta A Dorna para ver a Cris (la amiga de Marta) y un amigo suyo. La segunda impresión también fue buena.

Se cumplen tres años del desastre del Prestige. No voy a entrar en si fue la naturaleza la culpable (como dicen los últimos estudios) o el barco estaba realmente en mal estado. Lo que si que está demostrado es que se gestionó mal el naufragio convirtiéndolo en una catástrofe llena de mentiras e incompetencia. Quedará para el recuerdo la respuesta de la población civil mezcla de solidaridad e indignación con la clase política gobernante.
En este tercer aniversario se ha convocado una manifestación en Santiago, tenía previsto acudir con Marta, Sonia y compañía pero decidimos que era mejor quedarnos en casa dado que hacía un día espantoso. Nuestros gritos no se oyeron pero la indignación todavía la llevamos dentro porque a día de hoy seguimos sin tener los medios adecuados para paliar una situación similar.


A pesar de todos los recuerdos la vida continúa, la tarde lluviosa y triste se llenó de risas cuando nos juntamos Sergio, Tonecho, David y Tóni para tomar algo desde las seis por la zona de Los Rosales. Estuvimos en el “Green St” y “La Estación de Servicio”, este último totalmente desconocido, curioso e interesante. Conversaciones serias dieron paso a otras banales, consecuencia del ambiente hormonal que nos rodeaba, que nos hicieron pasar una de las tardes más graciosas de los últimos tiempos, de esas de risa fácil y de un continuo cachondeo que las hacen inolvidables.
Gran colofón a un fin de semana marcado por el cansancio y la lluvia, culpables de que me pasara tirado en el sofá la tarde-noche del sábado y la mañana del domingo. La cena de Sonia se había anulado, podría haberme ido a Santiago a ver alguna película del festival Cineuropa y después ver a Nacho Vegas en la Capitol (donde vería a Carolo y Anita con los que seguiría la fiesta) pero el cartel del día no era interesante y tampoco me apetecía ver por tercera vez este año a Nachito y llevarme una decepción en un marco incomparable para ello. Ahora que volvía a ser yo, no quería pasar por un viaje ilusionante que me decepcionara (sigo estando algo pesimista) y preferí quedarme en casa viendo mi dosis televisiva semanal grabada (Documentos Tv, La Mandrágora, Redes, Metrópolis, Antología de la Edad de Oro y Días de Cine) alternándolo con el partido amistoso de rugby entre Irlanda y Nueva Zelanda o algunos minutos del partido de fútbol de España. Curioso y lamentable que no quitaran las banderas franquistas de las gradas pero en cambio la que montaron con la de los Països Catalans, parece que los nacionalistas españoles siguen ahí, esa derecha nostálgica y religiosa que vuelve a la calle a manifestarse como cuando acudían voluntarios a la Plaza de Oriente.
Otro recuerdo del pasado, sin duda más agradable, fue reencontrarse con Parker Lewis y compañía con doble episodio matinal de fin de semana de la serie que vista con el paso del tiempo resulta incluso más divertida e irónica que entonces.

Efectivamente se trata del título de la película de Kim Ki Duk (cuyo título original es impronunciable “Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom”) que he visto esta tarde en el Forum. Hubo abarrote (ya me lo esperaba) pero llegué con tiempo para coger buen sitio alejado de los pesados de turno.
Bajo un argumento simple, el aprendizaje vital de un niño en una casita en medio de un lago rodeado de montañas con la ayuda de un maestro taoísta, el director nos muestra las diferentes etapas en la vida de un hombre con una belleza física y formal que la hacen inolvidable. La naturaleza, la inocencia, el silencio, el amor, la muerte, todo se nos presenta con un ritmo pausado que enfatiza el transcurrir lento de la existencia y con ese mensaje que se te queda grabado para siempre: el deseo de poseer lo que más quieres te puede llevar a destruirlo. Quizás sea algo excesiva estéticamente y el guión se quede algo cojo pero viéndola con una mirada inocente como cuando éramos niños y nos contaban un cuento esta fábula merece la pena.

Después de la doble sesión cinéfila, paso fugaz por casa para cenar y escribir unas líneas de los posts anteriores y salida hacia el Playa para ver a Los Deltonos. Quedé con David una hora antes para tomar algo y charlar. Sin novedad en nuestras vidas, sigue con la oposición, le queda el último examen y se pasó de Enero a Septiembre viviendo en Madrid con Cris, su novia desde el instituto (nuestra única posibilidad real de boda de amigos y van y no quieren casarse), sigue chapando mucho, espero que este año sea el definitivo. Dimos un repaso a los familiares y amigos hasta que entramos al Playa. Del concierto poco bueno se puede decir; el sonido penoso, a Hendrik apenas se le oía lo que decía, el repertorio demasiado nuevo rozando el pop ante la desesperación de todos los “hombres enfermos” (cada vez más viejos, gordos y calvos), menos mal que los dos bises con clásicos de la mejor época consiguieron rememorar tiempos lejanos. Eso sí, continuo pensando que Hendrik Roever es uno de los mejores guitarristas de este país.
Termino con un guiño privado hacia los conocidos que fueron hombres enfermos alguna vez o a los que me encontré al salir como el novio de la ex de Tóni o de Antonio L. antiguo compañero de universidad.
¡¡ Viva la recaída !!

Segundo plato de la doble sesión improvisada con un pequeño descanso aprovechado para calmar la sed y echar un vistazo al periódico en la Biblioteca Infantil donde me encontré con Toña que traía a sus hijos a buscar libros (que sensación de alivio saber que sigue habiendo padres que se preocupan por fomentar la lectura en sus niños).
La película que completaba mi primera tarde libre semanal se titulaba “Private” del italiano Saverio Costanzo. Se trata de un emotivo alegato a favor de la no-violencia y la convivencia entre culturas al relatar la ocupación de una casa palestina por parte del ejército israelí, punto estratégico aislado entre territorio palestino y asentamiento judío.
Ante dicha situación el propietario y su familia deciden quedarse, dividiéndose la casa en tres zonas: piso de arriba para el ejército israelí, planta baja zona común y el salón cerrado zona única familiar durante la noche. La situación no es fácil para nadie, temen al enemigo pero se muestran convencidos de su postura. El padre intenta convencer a su mujer que huir es perder y a sus hijos que la violencia no les hará mejores musulmanes, la mejor victoria posible está en aguantar y demostrarse a si mismos que son capaces de soportarlo. Para mostrar todo ello el director se nutre de las grandes interpretaciones de los actores (estrellas de sus respectivos países que consiguieron demostrar que pueden trabajar juntos aunque el rodaje fuera en terreno neutral) usando su punto de vista como hilo narrativo y el uso de la cámara en mano que dota de realismo a la situación, para la noche queda la tecnología digital. Muy recomendable por lo que muestra y por cómo lo muestra quedando claro que mostrar la neutralidad en los conflictos puede ser el mejor arma posible para un futuro entendimiento.

Primera parada de un largo y lluvioso fin de semana. Salir de trabajar y caminar hasta el CGAI para ver Gertrud de Carl Theodor Dreyer.
La película narra la vida de una mujer que vive obsesionada por encontrar el amor absoluto, sentimiento vital que rige su existencia y atormenta a los hombres que la rodean que anteponen otras cosas a dicho fin. Por medio de planos generales y una composición muy estudiada, Dreyer deja que los personajes muestren sus sentimientos con más miradas que hirientes palabras, todo ello acentuado por el uso del fuera de campo. Segunda obra vista en poco tiempo del director que al igual que con la anterior me ha sorprendido y, sobre todo, he aprendido mucho incluso al mirar más allá de la pantalla reflexionando sobre esa locura llamada amor.

Por fin han acabado las clases de Calidad en la Cámara de Comercio, han sido cuatro largas horas que añadir a las ocho de trabajo (especialmente duras esta semana), en las que he aprendido mucho y he conocido a gente interesante. Me espera un fin de semana cargado de actividades lúdicas como varias sesiones de cine, dos conciertos en el Playa y una cena de amigos.
Del cine ya haré las crónicas oportunas aún no decidí qué películas ver; en el apartado musical es inevitable la asistencia al de Los Deltonos rememorando viejas amistades con David A. de único acompañante, pero el de La Habitación Roja lo desecharé al tener horas antes una cena en casa de Sonia. Ya sé que no son ni Daevendra ni el Inquilino, aquí se hace lo que se puede aunque no puedo evitar ciertas dosis de envidia sana.
Pasar un buen fin de semana y l@s que conozcáis a nuestro David (de María) deciros que según mi agenda está de cumple el día 12.

A veces resulta difícil escribir sobre una película que acabas de ver, por la cantidad de detalles que se te quedan grabados en la memoria. Me ha pasado esta tarde que he ido al Cgai a ver Ordet (La Palabra) de Carl Theodor Dreyer.
Conocía ligeras nociones de su argumento que si no se tratase de una obra maestra me hubieran echado atrás. El culto religioso, la violencia gratuita o la investigación del universo son algunas de las facetas de la vida que no me interesan y hago todo lo que puedo para evitarlas directa o indirectamente.
Siguiendo con mi argumento anterior me centraré en el análisis del contenido y significado de la película. La vida de una familia acomodada de granjeros daneses está marcada por el fervor religioso que transmite el padre a sus hijos que adoptan posturas muy diferentes pasando desde la incredulidad del mayor al exceso, cercano a la locura, de su siguiente hermano. El amor y el respeto reinan en la convivencia familiar, sin que las apariciones del hermano loco enturbien dicha armonía. Esa locura es consecuencia de la influencia paterna de hacerle estudiar teología en las que los escritos del filósofo Søren Kierkegaard (famoso recurso de los humoristas Faemino y Cansado) le causan una profunda crisis que lo mantiene alejado del mundo que le rodea.
El conflicto estalla cuando se enfrentan dos formas de entender la fe y la religión; por un lado está la de los granjeros que viven su fe desde la felicidad terrenal con una gran tranquilidad y luminosidad en sus gestos y enfrente tienen al sastre que profesa una nueva orden en la que es pastor donde prima el oscurantismo y la intransigencia con los de otras corrientes. Este conflicto espiritual se ve incrementado por el amor entre los hijos de ambos que quieren casarse. Es curioso como son capaces de sentarse a la mesa y hablar sobre dicha imposible unión los dos patriarcas con un profundo respeto fruto de la educación escandinava, sin gestos agresivos propios de la cultura latina.
Otro momento culminante del filme se produce cuando se pone de parto la nuera del patriarca, situación complicada que causa la muerte del feto y la lucha por vivir de la madre donde la ciencia médica y la fe religiosa tratan de inclinar la balanza hacia su lado. Se salva, de milagro.

(Nota: no pude evitar este toque humorístico final).

La segunda parte de esta exposición, larga y aburrida, trata del análisis técnico de la película. Evidentemente esta parte es la más interesante con un manejo de la cámara, una puesta en escena o una dirección de actores que darían para sesudos y largos estudios en los que ni puedo ni quiero entrar, bastarán unos ligeros apuntes.
La puesta en escena está estudiada al detalle, cada objeto tiene su razón de ser, no están colocados de modo arbitrario a pesar del sobrio mobiliario y vestuario de la época.
Los planos utilizados van desde los grandiosos y abundantes planos secuencia al uso de un plano circular (presumiblemente revolucionario para la época). También hay que destacar alguna que otra panorámica. Todo ello contrasta con la ausencia del socorrido plano-contraplano y la escasez de primeros planos.
La interpretación magistral de los actores está íntimamente relacionada con los encuadres, localizaciones y la escasa acción que los obliga a ser más pausados y reflexivos al hablar.
Para finalizar, a título personal, a pesar de durar más de dos horas y ser lenta no se me hizo larga y del fantástico argumento me quedo con un comentario de uno de los asistentes de la sesión que dijo al acabar “menudo dramón”.

Mi primer post del mes podría hablar del culto a los muertos y el negocio que le rodea (eterna duda entre donar e incinerar o darlo todo a la ciencia);de la “okupación” de Jun (okupar no es echar de sus casas a los que las habitan) o de la propuesta del Estatut (lo poco que pude ver del debate y leer en los periódicos me dejó claro que el PP está quedándose solo y como no saben estar fuera pueden preparar más juego sucio, cuidado que así empezaron hace 70 años), pero no me detendré ni un segundo para mencionar “cosas de palacio”.
En lugar de todo eso me centraré en partes de mi vida personal, rompiendo el esquema adoptado últimamente. Se me acabaron las vacaciones por este año salvo el puente del 9 de diciembre, la vuelta al trabajo y a las clases de inglés ha sido intensa. Mi regreso ha coincidido con la llegada de un nuevo compañero José Manuel y del ritmo de trabajo sin pausa. No he tenido ni un minuto de adaptación, tres días de no parar desde que entré por la puerta, lo normal es que siga así hasta julio. Sé que será duro pero prefiero estar ocho horas sin parar a estar de brazos cruzados, salir con esa especie de satisfacción por saber que te has ganado el pan.
La semana que viene se presenta aún más dura porque tras ocho horas de trabajo tengo que hacer un cursillo sobre la Norma de Calidad ISO 9001 de 5 a 9 en la Cámara de Comercio, me voy a encargar de obtener el certificado para la empresa (aceptar esta tarea como estímulo para poder negociar al alza mi nuevo contrato en Marzo).
Se presenta, por tanto, una vida social escasa hasta el fin de semana que viene por lo que no voy a poner nada desde el lunes, aunque esta semana ha estado marcada por dos nombres Alex y Cristina. El primero hace referencia a mi amigo Alejandro que cumplió treinta el pasado día tres, por lo que tuve que quedar con Marta y Susana el jueves para decidir qué comprarle. Por problemas de agenda no se los daremos hasta el domingo.
El segundo nombre lo tienen en común dos chicas de las que he tenido noticias estos días. Cristina P. me ha respondido desde Madrid a mi mensaje con una invitación a su futura fiesta de despedida en mi ciudad. La otra Cris la he visto por primera vez este jueves en La Bottega cuando llegué con Marta después de comprar los regalos de Alex. No sabía nada de ella y de hecho entré primero y pensé “sería interesante que fuera esa chica de ahí” y seguí hacia dentro hasta que Marta me gritó y me dijo que era ella. Tras la presentación oficial me dediqué a escuchar interviniendo poco, luego llegó Susana y me empecé a soltar más hasta que mi humor espontáneo fue surgiendo cada vez más hasta contagiarnos a todos y crear una noche corta pero inolvidable con pinchos del Bombilla y encuentros fortuitos con Alex o Fernando incluidos.