Estoy en el CGAI

Hace ya algún tiempo tomé la sabia decisión de no dejar de ir a un concierto por tener que hacerlo en solitario. Reconozco que es una decisión arriesgada pero que me demuestra que en ocasiones, merece la pena. Esta noche ha sido una de ellas.
La cita era pasada la medianoche en el Playa, actuaba Big Boss Man. En la entrada se acumula bastante gente, predomina la estética indie, muchas patillas y gafas de pasta.
La noche promete. Dejo el plumas y el jersei negros en el ropero y me quedo con mi camiseta de rayas horizontales rojas y negras. Echo un vistazo general pero la gente que veo no es lo suficientemente conocida como para ir más allá de una mirada furtiva o un ligero movimiento de cabeza. Me acerco a la barra a pedir una cerveza que me tomo sentado en el suelo ajeno a las piernas y el murmullo que me rodea. Paladeo cada sorbo como si fuera el último porque si todo va como yo espero no volveré a beber hasta que acabe el concierto. Me da tiempo a echar una meada antes de que salgan al escenario, la cosa va bien. Me sitúo en una tercera fila y centrado, lo suficientemente discreta para poder ver y bailar a gusto sin empujar a nadie. Un último vistazo alrededor y comienzo a distinguir sombras conocidas como Arturo Lezcano en un grupo en el que después sabré que estaba Cristina P. Detalle curioso y morbosa a la vez, cuando a los pocos segundos veo a Carmela que se dirige hacia allí pero da un giro brusco al verle y se va al otro extremo, el cotilla que llevo dentro no pudo reprimir una leve sonrisa.
Por fin, saltan a escena el cuarteto británico. El líder hace los típicos peloteos de rigor en un macarrónico castellano, lleva gafas de sol y patillas, canta, toca el Hammond y los bongos. Ya estuvo el año pasado en solitario como “The Bongolian” pero me lo perdí (me parece que estaba enfermo).A su lado tiene al guitarrista, parece más joven y tiene un aire mod con traje y corbata, le sigue el bajista una jirafa de brazos tatuados y pelo mohicano que no desentonaría en alguno de los grupos prefabricados de neopunk y por último el batería con pelos y pañuelo que le dan un aire retro sesentero. Y suena la música….el inconfundible sonido del Hammond me provoca los primeros espasmos, mi cuerpo quiere bailar, me dejo arrastrar por esa mezcla de sonidos donde se alternan los bongos con el Boogaloo y ligeros toques de jazz. Al tercer tema ya sudo y no me puedo parar, me da igual que sea beat, funk, soul o cualquiera de los anteriores. Los que me rodean están igual que yo, salvo unos encorbatados de traje y abrigo que parecen fuera de lugar y su visión provoca más calor que la propia música o una chica solitaria que está haciendo fotos y tiene una cara de esas bellezas etéreas acentuada por ese estilo sixtie que tanto me gusta. Consigue distraerme unos segundos pero enseguida vuelvo a bailar mientras los encorbatados han empezado a acosarla. Veo a Cristina que salta como yo, iré a saludarla al acabar. Se hacen de rogar por los pocos gritos (bastante desesperados) de fanáticos como yo o de borrachos que te siguen la corriente y repiten tus cánticos; pero conseguimos que hagan unos bises. Acaba, voy al baño a refrescarme, me encuentro a Romi (una conocida que me lleva más de diez años) y vuelvo para ir a saludar a Cris. Charla breve, explicaciones varias y despedida. No tengo ganas de acoplarme sin que me lo pidan. En la Nordic ya están pinchando, suena bien y hay buen ambiente, hace unos meses podría quedarme de lobo solitario y bailar hasta morir sin importarme la gente de alrededor, ahora estoy seguro de que bebería más que bailaría y eso supondría ir mañana a ver al Depor resacoso, demasiado para mí. Es mejor irse para casa aunque al salir veas a la chica de la cámara y os quedéis mirando un buen rato sin decir nada sabiendo, ahora o nunca pensáis, pero nadie hace nada y os marcháis,...Es la típica situación que pone la gente en el nuevo País de las Tentaciones:"te ví en el concierto de Big Boss Man, yo de camiseta de rayas y tú haciendo fotos,bla,bla,bla,bla,bla,bla".