miércoles, agosto 30, 2006 

¡Qué vaina!

Finalmente las cosas no eran tan catastróficas como parecían, seguiré trabajando en el mismo sitio e incluso con mejores condiciones según lo que me digan mañana. Todo lo demás son proyectos, castillos en el aire que tomé como inmediatos pero que pueden pasar meses o años hasta que se consoliden. Mientras tanto seguiré igual, bueno con una pequeña diferencia que me independizo.

De hecho me he pasado estos días apuntando y/o consiguiendo cosas para el piso. Tanto mi padre como mi madre se lo han tomado muy bien, sabiendo que no había vuelta atrás y era mi decisión, brindándome su ayuda para lo que necesite. Como no me voy solo me parece lo más oportuno dejarlos al margen hasta que ya estemos instalados.

También he comenzado a controlar el dinero pero sin dejar de bajar a tomar algo. La verdad es que no salí las noches del fin de semana por culpa del mundial de baloncesto y de las vueltas que le daba a la cabeza con todo este lío del trabajo y del piso. No tenía ganas de divertirme y estaba cansado, motivos más que suficientes para fallarle a un amigo un sábado de los últimos meses.

Un poco de fútbol con el “baby-depor” ganando el primer partido de liga en Riazor y la llegada de los dominicanos de adopción (David y María) me han vuelto a animar. Desde aquel momento han caído unas cuantas cañas y tapas empapándonos de la jerga dominicana y riéndonos con las anécdotas de su año en dicho país.

Para terminar y como fan de mi tocayo neoyorquino deciros que yo creo en el azar (que puede ser interpretado como señal o mera coincidencia según el día que lleves). Darle las gracias a la desconocida María por su comentario y decirle que, tanto si es una broma como si no lo es, nos encontraremos tarde o temprano pero si no está dispuesta a esperar al destino existe un atajo con arroba en medio para identificarse.

miércoles, agosto 23, 2006 

Podría ser rico si...

Podría contar que la llegada de mi hermana hizo abandonar los silencios entre mi madre y yo (pero no del todo, aún me duele no solo el orgullo).
Podría saborear las jornadas de tapas con los amigos de los últimos días que hacen nulos mis minutos dedicados a nadar en el mar cuando bajo a la playa.
Podría dibujar con palabras cuando fui con Alex a ver Superman IV el jueves o a la Feria del Comic el domingo (comprándome V de Vendetta de Alan Moore y el Studs Kirby de Peter Bagge).
Podría relatar todo lo que ha rodeado a algo que me va a cambiar la vida (libre al fin) como cuando bajamos el viernes a celebrarlo con una cerveza que se convirtió en siete más.
Podría reunir a cuatro grupos de amigos distintos como la noche del sábado, recordar lo que me costó repartirme y estar con todos y ninguno y ser partícipe indirecto de un feliz cumpleaños y el manteo de una camiseta de rayas.
Podría intentar recuperar todo lo vivido estos días para devolverme la sonrisa que poner en el cumpleaños de Marta dentro de una hora, que se presume conflictivo y dividido en dos bloques.

Pero no puedo porque la tortilla ha dado la vuelta y ha caído contra el suelo.
En menos de una semana puedo verme obligado a cambiar de trabajo porque otros pretenden vivir mi propia vida y tomar mis decisiones.
Quieren solucionarme la vida con un proyecto de trabajo mejor pagado sin darse cuenta de que no necesito acumular dinero para ser feliz. Podría elegir el trabajo, cumplir los sueños cinéfilos o musicales de algún amigo a costa de perder lo que me queda de dignidad como hijo y como persona.
Lo único que quiero es no deberle nada a nadie y saber que si llego a viejo y echo la vista atrás me arrepentiré de algunas cosas pero no culparé a nadie salvo a mi mismo porque fueron mis propias decisiones, arriesgué mi dinero no jugué con el de otros. Quiero poder decirles a mis hijos (si los tengo) que deben elegir entre las pocas alternativas sobre su propia vida y no agacharse ante nadie. Pero no resultará creíble si yo he vivido dejando decidir a otros por mí, súbdito sumiso a un líder generoso pero en cierto modo, dictatorial. Prefiero ser pobre con sueños a saberme rico pero sin poder dormir.

A pesar de todo ello pienso seguir con los pasos dados antes de que todo estalle, mañana firmaré un papel para vivir a mi manera con el dinero ganado por mí mismo y ahorrado durante más de dos años. Que hoy cumpla otro mes mi blog es una mera anécdota que no debería de mencionar pero como es algo mío (y vuestro) me apetece recordármelo para levantar la cabeza de nuevo.

domingo, agosto 13, 2006 

Dance usted

Al final el jueves tocó pringar con comida de trabajo y seguir currando por la tarde tres horas más. Por lo menos conseguimos solucionar todo el mismo día y evitamos tener un viernes complicado.
Se suponía que llegaría mi hermana desde Londres pero debido a la detención de los presuntos terroristas en el Reino Unido se suspendieron todos los vuelos y no podrá llegar hasta el martes. Pasado el susto bajé a tomar unas cañas al Bristol y al Soho, en una velada muy divertida y constructiva a base de política contra-incendios, playas nudistas, confusiones de identidad entre un montador y un guionista, la profesión de controlador aéreo y una tesis sobre la orientación de los monumentos.
El viernes maratoniana tarde de playa en dos partes, primero de 5 a 7 en solitario y justo al subir me llama mi primo madrileño que se queda hasta hoy para bajar a la playa. Era la única oportunidad de vernos y volví a bajar. Coincidió que se puso donde había estado yo, cuando la gente de alrededor me volvió a ver se quedó sorprendida. Fue una hora larga en la que nos pusimos al día y nos sorprendimos al ver que la “teoría de los seis grados de separación” es un hecho probado. Resulta que ambos conocemos a una chica de Madrid; él porque un amigo suyo surfista asturiano es el ex novio de la chica y yo porque entre “tramas periodísticas” tengo amigas comunes con ella y conozco a su actual novio.
Tanta casualidad hizo volar el tiempo y llegué tarde a la primera previa futbolística de la temporada en la taberna checa. Después tocaba el Teresa Herrera del Centenario con el partido entre el Depor y el Nacional de Montevideo, demasiadas caras y nombres nuevos para un partido ya resuelto a la media hora, vistoso pero aburrido como el escaso público asistente. Lo mejor, el resultado 3-0.Después relajada noche con Álvaro y compañía, un carajillo casi nos hunde pero el paso por el Desquite nos revitalizó hasta casi las cinco.
Ayer a la una en pie para la comida familiar en la aldea, con la visión del humo y del fuego demasiado cercana y presente que generó una discusión tío-sobrino digna de un “salsa rosa” ideológico. Finalmente me dejé llevar por el humor y no me tomé muy en serio lo de “rojo” y el colmo ya fue cuando escuché lo del “complot del 11-M entre los socialistas, los integristas y ETA”. Me quedo también con los huevos fritos caseros con patatas y chorizo que dejaron mis papilas gustativas demasiado alteradas de placer.
Luego unas horas en casa propicias para una nueva discusión con mi madre, que casi me lleva a tomar medidas drásticas por meterse en mi relación con mi padre. Me afectó al resto de la noche, aunque lo intenté disimular no paraba de darle vueltas a la cabeza.
Deseché ir al Atlético – Milán por una cena en La Mamma que resultó tan agradable no sé si por la comida o por la compañía (con el tiramisú estuve a punto de llorar de lo bueno que estaba). Luego tocó pasar por el Habana Vieja para presenciar la exhibición de salsa y bachata de dos de nuestros acompañantes (una barbadiense y un escocés) que se quedaron allí bailando mientras los demás íbamos al Soho y al Pata donde decidí quedarme. Aquello por momentos recordó a los viejos tiempos aunque la falta de Juanjo se sigue notando, parecía un convento no solo por el silencio que se respiraba si no porque había una concentración de hermanas por metro cuadrado bastante considerable.
Nos quedamos hasta que la falta de dinero nos dejó como única opción acudir a un Rocknroll casi cerrando pero lo mejor fue durante el trayecto de ida y vuelta cantando “We’re from Barcelona” a grito pelado sin que nadie nos hiciera los coros.
Hoy nueva jornada gastronómica familiar, esta vez en Monfero y vuelta para ver la final del Teresa Herrera con el esperanzador triunfo del Depor por 3-1 al Milán.

miércoles, agosto 09, 2006 

Crash

La vuelta al trabajo ha resultado más sencilla de lo que pensaba. La mitad del personal está de vacaciones y el resto tenemos poco que hacer, ya estoy puesto al día. Mañana y pasado quizás cambien las cosas porque vienen unos de Barcelona para hacernos un inventario de los productos que nos prestan. Esperemos que no haya que hacer horas extras ni en el curro ni fuera del mismo como relaciones públicas porque con la de gente que llena mi ciudad en agosto no apetece nada enseñarla.
El tiempo de ocio lo he ocupado a base de playa de 5 a 7 y quedar sobre las nueve para tomar algo, entre ambas actividades he realizado diversas compras; unas necesarias como comida o calzado y otras puramente por disfrute como libros o música.
Ayer he ido a sustituir a mis pisamierda que tras dos años dando el callo han dicho basta después del triunvirato Contempopránea – Lisboa – Paul Weller. Volví a la misma tienda y valían dos euros más pero por 18 euros seguían resultando baratas. La chica me dijo que le enseñara lo que quería del escaparate. Allí estaban, tan negras y nuevecitas, se las señalé y me dijo: ah, quieres las pisamierda. Me reí porque hasta las dependientas les llaman así. Luego tocaba renovar mis existencias de comida ecológica en Equilibrio.
Esta tarde cambié de planes, la marea alta descartó la tercera jornada de playa y baño consecutiva y aproveché para sacar los carnets del Depor (nunca tuve tanto dinero junto en mi mano, cerca de 300.000 pelas). Avancé unos cuantos puestos en el número de socio, estoy rozando el cuatro mil.
Con el dinero sobrante pasé por Colón y me compré tres libros más: la edición bilingüe de “Hojas de Hierba” de Walt Whitman, uno acerca del 75 aniversario de la República titulado “Memoria del Futuro. 1931-2006” de varios autores y “Biblioterapia y Cineterapia”, uno de bolsillo de autoayuda a través del cine y de los libros que me ha parecido tan gracioso y ridículo que me animé a comprármelo.
Últimamente me he vuelto muy cigarra, la hormiga trabajadora se ha cansado de ahorrar para irse de casa y se ha pegado algún que otro derroche y aún queda medio mes de agosto festero para derrochar. “Carpe diem, pecunia fugit” que diría un griego.
Continuando con el gasto he ido al cine a ver “Crash” de Paul Hagis en versión original. No sabía mucho de la película; que si era la ópera prima de un buen guionista, si era de reparto coral e historias entrelazadas y que salía Matt Dillon y Don Cheadle, poco más.
Me resultó cargante. No soportaba esa moralina estadounidense que lo invade todo, con los conflictos raciales o de clase para demostrar en que gran país viven todos. Enlaza las historias de forma ágil pero resultan tan rebuscadas que parecen falsas, sobre los filtros de la imagen y la música melancólica de ciertos momentos dramáticos no merece la pena ni criticarlos. Quizás un europeo no pueda entender su punto de vista yanqui pero creo que está demasiado valorada.

Para terminar no podía dejar pasar la oportunidad para hablar de los incendios que asolan mi tierra. Podría extenderme ampliamente sobre las causas que los originan y sobre la falta de medios aunque por lo menos ahora dedican algo del presupuesto a la prevención y no todo a la extinción como hacían otros. Está claro que los pirómanos existen pero serán cuatro o cinco, imposible que causen más de veinte incendios. Del resto se ocupan los de siempre que todos conocemos, los que viven del fuego directa o indirectamente: brigadas, forestales, madereros, ganaderos, agricultores, especuladores inmobiliarios y políticos ávidos de poder a cualquier precio.
A todos ellos gracias por ser tan egoístas y pensar en el hoy y no pensar en el mañana, ya no podré contarle batallitas a mis nietos o los de mis amigos de que nuestra tierra era verde y con los mejores árboles de la península.
Como hay que saber afrontar los problemas con una sonrisa reproduzco un sms recibido esta misma tarde:
“Si estás libre avisa y nos vamos a quemar algún montecito”.

domingo, agosto 06, 2006 

El Bello Verano

Ayer jornada de comida familiar multitudinaria en casa de mi tío y jefe. Gran sobremesa de resaca, risas y armonía generacional seguida de un partido de fútbol entre quince primos e hijos de primos (les sacaba más de diez años a todos menos tres) bajo un calor que cansaba aún más que meter gol tras esquivar árboles, cagadas de perro y piernas diminutas.
Llegué a la ciudad casi a las nueve, pasé por Colón a recoger ejemplares pendientes del “Cahiers” y comprarle a Marta el libro acordado ayer por su cumpleaños. También me acerqué a la feria del libro cayendo en la tentación de una primera edición, llevándome “El bello verano” de Cesare Pavese.
Una hora más tarde me desesperaba en un abarrotado Bombilla esperando por cinco croquetas hasta que me di por vencido y volví con la pareja de fantásticos hermanos a la terraza del Bristol. Cenamos medias raciones en un sitio para olvidar de mesa en el portal y fuimos al Soho. Estaba más tranquilo que ayer, pero seguía habiendo mucho que mirar y mucho que ser mirado. Apareció Pablo y luego veríamos a la otra mitad fiumichina. Luego tocaba el Pata. Llegaron “mes amis” y mucha más gente conocida: David S pinchando, Jose Leo, Eva, el anorak entero, la poeta de las letras, Pepa que apareció con Álvaro y Raquel (los dos esperamos que llamara el otro) y una chica bajita asidua del cgai poco vista por esos lares. También llegó el que faltaba para completar el trío, rapado y tatuado. El calor seguía siendo tan asfixiante que evaporaba nuestras ganas de bailar. Lo intentamos en el Rocknroll pero fue aún peor. Lo demás un paseo al borde del mar de grandes confidencias culminado por dos momentos surrealistas como la historia de una lesbiana que quería hacer un catálogo de penes (juro que iba a poner pollas pero me resultó muy vulgar) y la de dos locos saltando porque habían conseguido un 3 x 2 en paquetes de “Chasquis” en una máquina de vending de esas que tienen muelles que a veces funcionan mal.

Hoy nueva comida familiar, esta vez en Teixeiro, mientras apuro las horas de la tarde sin bajar a la playa dominguera mentalizándome sobre que mañana vuelvo al trabajo a las ocho y dudando si afeitarme o no. Acabando el día y mis tres semanas de vacaciones actualizando con la resaca acumulada de casi cuatro días.

viernes, agosto 04, 2006 

Agosto promete

Me levanté pasada la una, lo justo para ir a recoger uno de los documentos necesarios para solicitar la bolsa de alquiler y comer con mi padre que me contó los entresijos de las comidas familiares multitudinarias que me perdí. Ejercí el coruñesismo paseando por la calle Real de camino a casa para cambiarme y bajar a la playa donde me metí un baño fantástico que aligeró los síntomas de mi primera resaca semanal.
Como iba a quedar en el Dublín con Sonia, Jóse y Alex me puse la camiseta étnica que me regalaron. Lo pasamos muy bien salvo por los líos de Marta y su fugaz presencia que va erosionando la armonía grupal. Se sorprendieron de mi aspecto con mi tono moreno, barba de tres semanas y lentillas. En el Dublín coincidí con Susana, amiga y compañera de instituto y de carrera que siempre nos encontramos de casualidad cuando regresa de Ámsterdam.
Pasamos por la playa para ver a Bea y escuchar dos últimos temas de la Cabra Mecánica; no conozco pero me encantó que se despidieran con el genial “Always Looking the Bright Side of Life” de La Vida de Brian de los Monty Python. En cuanto comenzaron “Los Ronaldos” dejamos a Bea y nos piramos, ellos para casa y yo al Pata donde me esperaban Juan y Álvaro.
La sorpresa fue ver que también estaban Carol y Manuel, con un tal Jacobo. Luego los cocinitas con concentración de barbadillas incluida. Después Juan se marchó y fui con Álvaro a buscar a Raquel y compañía que estaban en el Baobar de cumpleaños (otro más). Voy a poner el nombre de la afortunada ya que me dijo que me lee, se llama Patricia y no es la que algunos pensáis. Nos unimos al grupo y fuimos al Studio 80, yo estaba más por la labor que otro que no paró hasta que huimos al Desquite. La nebulosa cervecera me impide recordar que hice después, creo que nos volvimos al grupo pero yo sé que acabé en el Mardi tomando la última cerveza (que debería haber sido un agua) mientras hablaba con Arturo, al que ya veo más veces que nuestras amigas comunes.

jueves, agosto 03, 2006 

Weller on the beach

El viaje de vuelta en bus fue menos pesado de lo que pensaba, casi once horas mitigadas por la compañía de la música y por la presencia de Irene, una de las amigas de Jorge que conocí cuando llegamos pero que pensé que se llamaba Marta. Nos descubrimos a mitad de camino en la parada para comer cerca de Oporto y nos sentamos juntos hasta que se bajó en Santiago. Hablamos y hablamos de todo un poco, resultó que incluso conocía a mi hermana de la época de Zalaeta. Fue un placer mutuo conocernos y si paso por Dijon en mis futuros viajes intentaré verla. Entre las múltiples paradas del viaje recordaré la primera, era Fátima, lugar de culto que me llevó a observar sus calles buscando una “procesión de tullidos a la espera de un milagro” pero solo alcancé a ver una monja (el fervor religioso causante de otra guerra y destrucción me convierte en un ateo intolerante que pierde el respeto por las personas y sus creencias).
Llegué a casa con el tiempo justo para ducharme, vaciar la maleta, contarle cuatro cosas a mi madre y salir hacia la playa para el concierto de los Sunday Drivers, teloneros del esperado Paul Weller. Yo estaba listo pero los demás no así que tuve que escuchar por el camino mis dos canciones preferidas mientras esperaba en el punto de encuentro. Al final no fuimos al concierto, mis ganas de ver a mis amigos superaron a las de ver a un grupo que ya había disfrutado casi una semana antes.
Pero para Paul Weller apenas concedí varios segundos de retraso. Yo era el único que conocía parte de su repertorio, no tanto como debería pero lo suficiente para reconocer un buen puñado de canciones. El icono mod se comportó como un auténtico profesional tanto con el público fiel y expectante que copaba las diez primeras e irregulares filas como con el resto que llenaba el arenal que estaba “a velas vir”. Intentó que la audiencia se comportara como un único fan de 20.000 cabezas a base de “animar” al público con gestos de todo tipo pero no lo consiguió, era demasiado desconocido para muchos. A pesar de todo lo anterior fue un concierto casi impecable, el sonido bastante bueno salvo una vez en que falló el micro; la iluminación y las pantallas fueron otro gran acierto. Del repertorio que recuerdo sonaron “Willwood” (que arrancó los primeros gritos), “Above the Clouds”, “Amongst the Butterflies”, “Love-Less”o “The Loved”. Momentos cumbres hay que destacar unos solos del batería en el tema previo a un maravilloso “You Do Something to Me” con Paul a los teclados, tan íntimo que nos puso la piel de gallina. Llevaba más de una hora y media (puntualidad británica o tiempo pactado), tocaba despedirse presentando a la banda para dejarnos el esperado bis con el “Town Called Malice”, auténtico broche de oro que compartí vía móvil con alguien que se encontraba en el otro templo mod del momento, el Euro-yeyé xixonés.
Después convencí a éstos para pasarnos por el Soho, más mod que nunca con “Quadrophenia” en la tele y abarrote de patillas y flequillos . Además supuso volver a ver caras conocidas que me hicieron olvidar que mis acompañantes estaban allí conmigo y ya no se querían ir a casa. No les sentó bien un comentario mal interpretado y al acabar las bebidas se fueron a casa. Yo continué la nuit regresando al Pata, estuve con Pablito y la sección malpica hasta que llegaron parte de los alburquerquianos. Relato de nuestros viajes de vuelta y unas cuantas cervezas que me impiden recordar nada más salvo ciertas conversaciones con “la voz del Baobar”.

miércoles, agosto 02, 2006 

Obrigado Lisboa

Impactado por la noche de ayer me despierto sin olvidar la sangre ni el “moreno obrero” que desentona mi piel. La jornada de hoy, por ser la última es maratoniana. Primero cojo el tranvía moderno que me llevará hasta Belem atravesando Cais do Sodré y su estación, los barrios de Lapa y Santo Amaro, pasando justo por debajo del puente 25 de Abril (que ya pasé por encima cuando llegué con Jorge).Divido la visita en dos etapas; una interior y otra exterior.

La interior comprende la parte gratuita del Monasterio de los Jerónimos y el moderno Centro Cultural de Belem donde actúa esa noche ni más ni menos que Caetano Veloso. Paso por la taquilla pero al ver que la entrada más barata vale 20 euros y los sitios más razonables a partir de 40 me parece demasiado caro.
En su lugar paso por la una papelería donde me compro un Pilot negro y diminuto que sustituya al lápiz prehistórico que destroza mis manos y mi primer cuaderno Moleskine (negro por supuesto), sustituto de la libreta de notas “Black List” de Divinas Palabras cuyas hojas se van acabando a medida que las uso para esta bitácora.
Culminado el capricho que retome mi pasión por escribir, pago la entrada del Museo de la Marina. También me apasionan los viajes y me detengo en cada detalle de las salas de los grandes descubrimientos y conquistadores, acosado por grupos y guías que no saben que hacer con su ruta pagada cuando se topan con alguien tan detallista como yo. Así consigo abstraerme y evitar las peores horas de sol aunque paso fugazmente por las salas más modernas donde lo bélico prima sobre lo histórico.

La ruta exterior comienza un breve descanso, botella en mano, en el Jardim Tropical cercano al Palacio de Belem, continua pegado al mar por la Doca de Belem y el Padrão dos Descobrimentos (se trata del monumento a los grandes navegantes) hasta la Doca de Bom Sucesso y la Torre de Belem.
El tiempo apremia y vuelvo a coger el tranvía hasta la Praça do Comercio desde donde sigo mi paseo hasta encontrar el vegetariano que no pude ver ayer. Tiene buffet y un supermercado donde compro la comida de mañana y una bandeja de sushi vegetal para cenar esta noche. El descanso y la comida consiguen aclarar mis ideas sobre la ruta a seguir a continuación. Paso por el hotel a dejar la comida y me monto en el Elevador de Santa Justa con sus vistas maravillosas, luego voy adentrándome por última vez en el Chiado. Un breve paseo por sus calles y a continuación pillo el metro hasta Praça de Espanha, parada más cercana a un punto de referencia artístico fundamental el Museo Calouste Gulbenkian, nombre impronunciable de un filántropo armenio que se estableció aquí los últimos años de su vida creando la Fundación que atesora sus valiosas adquisiciones. Como cierran a las seis tengo una hora escasa para un recorrido acelerado que me permite conocer la vida y milagros del mecenas culminando la visita con un paseo por los jardines espectaculares, anfiteatro y lago incluidos, del maravilloso recinto dejando para otra ocasión el Centro de Arte Moderno del museo.

Prosigo mi camino dejando al lado un Corte Inglés hasta llegar al grandioso Parque Eduardo VII que recorro hasta rodear la Praça Marquês do Pombal que me conducirá, llevado por la curiosidad derrochadora, al Amoreiras Center inmenso centro comercial copado de “lojas” de Inditex. Paso menos fugaz de lo previsto porque me perdí en la inmensidad hasta que di con la salida donde un bus me dejó en el Rossio. Un vistazo lejano al Monumento a los Restauradores y otro más cercano a la estatua de Pedro IV me llevan a Chiado de nuevo donde una reparadora cerveza en la famosa Cervejaria da Trindade me prepara para visitar las “lojas” de moda moderna de la Rúa do Norte. A paso rápido las visito todas, en general caras a pesar de las rebajas, no tengo previsto comprar nada pero encuentro una camiseta de Skunfunk por 20 euros que no podía dejar escapar y en otra descubro una marca de camisetas de fútbol retro de la que no les quedan las que más me gustan, tienen web www.copaclassic.com pero creo que no hay puntos de venta por aquí.
Absolutamente emocionado por mi descubrimiento bajo de nuevo para efectuar la subida definitiva, despedirme de la ciudad como se merece con una visita fugaz al Castelo de S. Jorge antes de las nueve, hora de cierre. Cuando llego apenas quedan diez minutos, lo justo para que pueda pasar y despedirme de Lisboa.

En el camino de regreso al hotel pasé por una farmacia donde conseguí, tras varios días de búsqueda, unas pastillas antiresaca llamadas KGB cuyo supuesto origen segun leí en una revista hace referencia a las utilizadas por los espías rusos en la época de la guerra fría. Comprobaré sus efectos en una de las noches de verano que faltan por beberme.
El resto del tiempo hasta que me acosté lo pasé en el hotel cenando y haciendo la maleta de forma que los Cds comprados en mis dos viajes llegaran intactos a su destino.

Mañana dejaré esta ciudad con la convicción de saber que volveré aunque también dije esto cuando visité Roma hace casi quince años y aún no le he rendido visita.

martes, agosto 01, 2006 

Terça en Lisboa

Esta vez la ruta programada comenzaba comprando el bono de transporte para ir hasta la Estación de Oriente (obra de Santiago Calatrava) y el recinto que albergó la Expo 98, ahora denominado Parque das Nações. El crisol de razas visto en el metro contrasta con el blanco- cangrejo predominante de los turistas que abarrotan el recinto. Aprovecho el paso por la estación para comprar el billete de autobús por 47 euros que me lleve de vuelta a Coruña.

Abandono la estación y el centro comercial próximo para comenzar mi recorrido en dos partes por el Parque das Nações. Sigue siendo moderno pero empieza a acusar el paso del tiempo. Llama la atención el “mar” de la orilla de color verdoso que con el poco caudal, forma una especie de arenas movedizas de aspecto desagradable.
Desecho la posibilidad de ir al Oceanário en parte por el precio y también porque si aún no he ido al Aquarium de mi ciudad no tiene sentido visitar otros. Entro en el Pabellón Atlántico, sede de la ciencia y el conocimiento donde también decido no entrar al museo pero me permito la licencia de aceptar ver mi correo en los puestos de internet gratuitos.
Las nubes matutinas eran esperanzadoras pero el cielo se despejó en el momento más inoportuno cuando estoy a media hora caminando de la sombra más próxima y sin protección solar ni gorra de ningún tipo, el sol pega con fuerza pero la suave brisa lo mitiga.

El regreso al punto de origen es el idóneo para entrar al centro comercial a comprar la comida que saborear en una sombra cercana. Esa pausa de media hora me prepara para el segundo paseo por el recinto que me llevará hasta las cercanías del espectacular Puente Vasco de Gama tras pasar la Torre del mismo nombre. Dos horas caminando entre ir y volver, a la ida bajo el sol y la brisa del mar y a la vuelta siguiendo la sombra de los múltiples jardines que bordean el paseo. Paso por el centro comercial y me compro un libro en portugués de textos y letras de Jose Afonso.

Estoy reventado y casi quemado (pero eso no lo sabré hasta llegar al hotel y verme en el espejo), son las ocho, hora precisa para poner rumbo al hotel. Otra vez baño reparador y un poco de música. Luego bajo en busca de otro vegetariano donde cenar y llego a una calle desierta donde veo tirados unos tenis, cartones, una gorra y parte de una camisa, lo siguiente no es un pantalón si no un gran charco de sangre que me quita el moreno de golpe y me hace abandonar el lugar sin encontrar el restaurante, repitiendo cena en el “Megavega” de ayer.

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