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miércoles, agosto 02, 2006 

Obrigado Lisboa

Impactado por la noche de ayer me despierto sin olvidar la sangre ni el “moreno obrero” que desentona mi piel. La jornada de hoy, por ser la última es maratoniana. Primero cojo el tranvía moderno que me llevará hasta Belem atravesando Cais do Sodré y su estación, los barrios de Lapa y Santo Amaro, pasando justo por debajo del puente 25 de Abril (que ya pasé por encima cuando llegué con Jorge).Divido la visita en dos etapas; una interior y otra exterior.

La interior comprende la parte gratuita del Monasterio de los Jerónimos y el moderno Centro Cultural de Belem donde actúa esa noche ni más ni menos que Caetano Veloso. Paso por la taquilla pero al ver que la entrada más barata vale 20 euros y los sitios más razonables a partir de 40 me parece demasiado caro.
En su lugar paso por la una papelería donde me compro un Pilot negro y diminuto que sustituya al lápiz prehistórico que destroza mis manos y mi primer cuaderno Moleskine (negro por supuesto), sustituto de la libreta de notas “Black List” de Divinas Palabras cuyas hojas se van acabando a medida que las uso para esta bitácora.
Culminado el capricho que retome mi pasión por escribir, pago la entrada del Museo de la Marina. También me apasionan los viajes y me detengo en cada detalle de las salas de los grandes descubrimientos y conquistadores, acosado por grupos y guías que no saben que hacer con su ruta pagada cuando se topan con alguien tan detallista como yo. Así consigo abstraerme y evitar las peores horas de sol aunque paso fugazmente por las salas más modernas donde lo bélico prima sobre lo histórico.

La ruta exterior comienza un breve descanso, botella en mano, en el Jardim Tropical cercano al Palacio de Belem, continua pegado al mar por la Doca de Belem y el Padrão dos Descobrimentos (se trata del monumento a los grandes navegantes) hasta la Doca de Bom Sucesso y la Torre de Belem.
El tiempo apremia y vuelvo a coger el tranvía hasta la Praça do Comercio desde donde sigo mi paseo hasta encontrar el vegetariano que no pude ver ayer. Tiene buffet y un supermercado donde compro la comida de mañana y una bandeja de sushi vegetal para cenar esta noche. El descanso y la comida consiguen aclarar mis ideas sobre la ruta a seguir a continuación. Paso por el hotel a dejar la comida y me monto en el Elevador de Santa Justa con sus vistas maravillosas, luego voy adentrándome por última vez en el Chiado. Un breve paseo por sus calles y a continuación pillo el metro hasta Praça de Espanha, parada más cercana a un punto de referencia artístico fundamental el Museo Calouste Gulbenkian, nombre impronunciable de un filántropo armenio que se estableció aquí los últimos años de su vida creando la Fundación que atesora sus valiosas adquisiciones. Como cierran a las seis tengo una hora escasa para un recorrido acelerado que me permite conocer la vida y milagros del mecenas culminando la visita con un paseo por los jardines espectaculares, anfiteatro y lago incluidos, del maravilloso recinto dejando para otra ocasión el Centro de Arte Moderno del museo.

Prosigo mi camino dejando al lado un Corte Inglés hasta llegar al grandioso Parque Eduardo VII que recorro hasta rodear la Praça Marquês do Pombal que me conducirá, llevado por la curiosidad derrochadora, al Amoreiras Center inmenso centro comercial copado de “lojas” de Inditex. Paso menos fugaz de lo previsto porque me perdí en la inmensidad hasta que di con la salida donde un bus me dejó en el Rossio. Un vistazo lejano al Monumento a los Restauradores y otro más cercano a la estatua de Pedro IV me llevan a Chiado de nuevo donde una reparadora cerveza en la famosa Cervejaria da Trindade me prepara para visitar las “lojas” de moda moderna de la Rúa do Norte. A paso rápido las visito todas, en general caras a pesar de las rebajas, no tengo previsto comprar nada pero encuentro una camiseta de Skunfunk por 20 euros que no podía dejar escapar y en otra descubro una marca de camisetas de fútbol retro de la que no les quedan las que más me gustan, tienen web www.copaclassic.com pero creo que no hay puntos de venta por aquí.
Absolutamente emocionado por mi descubrimiento bajo de nuevo para efectuar la subida definitiva, despedirme de la ciudad como se merece con una visita fugaz al Castelo de S. Jorge antes de las nueve, hora de cierre. Cuando llego apenas quedan diez minutos, lo justo para que pueda pasar y despedirme de Lisboa.

En el camino de regreso al hotel pasé por una farmacia donde conseguí, tras varios días de búsqueda, unas pastillas antiresaca llamadas KGB cuyo supuesto origen segun leí en una revista hace referencia a las utilizadas por los espías rusos en la época de la guerra fría. Comprobaré sus efectos en una de las noches de verano que faltan por beberme.
El resto del tiempo hasta que me acosté lo pasé en el hotel cenando y haciendo la maleta de forma que los Cds comprados en mis dos viajes llegaran intactos a su destino.

Mañana dejaré esta ciudad con la convicción de saber que volveré aunque también dije esto cuando visité Roma hace casi quince años y aún no le he rendido visita.

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