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jueves, agosto 03, 2006 

Weller on the beach

El viaje de vuelta en bus fue menos pesado de lo que pensaba, casi once horas mitigadas por la compañía de la música y por la presencia de Irene, una de las amigas de Jorge que conocí cuando llegamos pero que pensé que se llamaba Marta. Nos descubrimos a mitad de camino en la parada para comer cerca de Oporto y nos sentamos juntos hasta que se bajó en Santiago. Hablamos y hablamos de todo un poco, resultó que incluso conocía a mi hermana de la época de Zalaeta. Fue un placer mutuo conocernos y si paso por Dijon en mis futuros viajes intentaré verla. Entre las múltiples paradas del viaje recordaré la primera, era Fátima, lugar de culto que me llevó a observar sus calles buscando una “procesión de tullidos a la espera de un milagro” pero solo alcancé a ver una monja (el fervor religioso causante de otra guerra y destrucción me convierte en un ateo intolerante que pierde el respeto por las personas y sus creencias).
Llegué a casa con el tiempo justo para ducharme, vaciar la maleta, contarle cuatro cosas a mi madre y salir hacia la playa para el concierto de los Sunday Drivers, teloneros del esperado Paul Weller. Yo estaba listo pero los demás no así que tuve que escuchar por el camino mis dos canciones preferidas mientras esperaba en el punto de encuentro. Al final no fuimos al concierto, mis ganas de ver a mis amigos superaron a las de ver a un grupo que ya había disfrutado casi una semana antes.
Pero para Paul Weller apenas concedí varios segundos de retraso. Yo era el único que conocía parte de su repertorio, no tanto como debería pero lo suficiente para reconocer un buen puñado de canciones. El icono mod se comportó como un auténtico profesional tanto con el público fiel y expectante que copaba las diez primeras e irregulares filas como con el resto que llenaba el arenal que estaba “a velas vir”. Intentó que la audiencia se comportara como un único fan de 20.000 cabezas a base de “animar” al público con gestos de todo tipo pero no lo consiguió, era demasiado desconocido para muchos. A pesar de todo lo anterior fue un concierto casi impecable, el sonido bastante bueno salvo una vez en que falló el micro; la iluminación y las pantallas fueron otro gran acierto. Del repertorio que recuerdo sonaron “Willwood” (que arrancó los primeros gritos), “Above the Clouds”, “Amongst the Butterflies”, “Love-Less”o “The Loved”. Momentos cumbres hay que destacar unos solos del batería en el tema previo a un maravilloso “You Do Something to Me” con Paul a los teclados, tan íntimo que nos puso la piel de gallina. Llevaba más de una hora y media (puntualidad británica o tiempo pactado), tocaba despedirse presentando a la banda para dejarnos el esperado bis con el “Town Called Malice”, auténtico broche de oro que compartí vía móvil con alguien que se encontraba en el otro templo mod del momento, el Euro-yeyé xixonés.
Después convencí a éstos para pasarnos por el Soho, más mod que nunca con “Quadrophenia” en la tele y abarrote de patillas y flequillos . Además supuso volver a ver caras conocidas que me hicieron olvidar que mis acompañantes estaban allí conmigo y ya no se querían ir a casa. No les sentó bien un comentario mal interpretado y al acabar las bebidas se fueron a casa. Yo continué la nuit regresando al Pata, estuve con Pablito y la sección malpica hasta que llegaron parte de los alburquerquianos. Relato de nuestros viajes de vuelta y unas cuantas cervezas que me impiden recordar nada más salvo ciertas conversaciones con “la voz del Baobar”.

crees ahora que se llama Irene cuando en realidad se llama Iria...
Un abrazo

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