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domingo, mayo 07, 2006 

Enfermero y recadero

Mi madre se ha pasado toda la semana con fiebre, incluso se desmayó el martes mientras hablaba por teléfono con mi hermano que también estuvo con gripe. Por tanto mi semana ha sido muy intensa. Las ocho horas de curro diarias en plena época dura no dejaban ni un minuto de descanso y nada más salir tenía que volver a casa para limpiar o hacer la compra.
En mis idas y venidas al super me crucé con otra antigua compañera de instituto, Marta Vidal, con niña a cuestas. Lo que hasta hace unos años eran anécdotas, ver a compañeros tirando de un carrito, cada vez se convierte en lo más habitual dejándonos al resto como seres extraños e inmaduros por no seguir los designios de la madre naturaleza.
Además también me sirvió para aprender a hacer una sopa, comprando los huesos de caña y el esqueleto de pollo con la inestimable ayuda de la charcutera del Konsum que salió de su puesto para decirme donde estaban. Me encanta como nos tratan a los tíos en el supermercado, se muestran comprensivas con nuestra ignorancia y nos ayudan pero tras esa amabilidad en el fondo comprenden que somos unos inútiles y necesitamos una madre o sustituta que nos ayude, ejerciendo indirectamente el papel del que tanto tienen que huir para ser reconocidas en este mundo machista.
Mis únicas licencias o contactos con el exterior de toda la semana fueron unas cuantas llamadas de/a Marta y/o Patricia; dos escapadas al cine que comentaré brevemente; un paso fugaz por “el día de la ciencia en la calle” y una hora solitaria de madrugada de Sábado en el Patachím donde me tomé tres cervezas esperando a que llegaran conocidos pero me cansé de esperar, me dio el bajón no ver a nadie en hora punta (solo a David Saavedra) y regresé a casa.
El jueves fui al Cgai a ver “Beautiful Boxer” del tailandés Ekachai Uekrongtham, película muy publicitada en su momento por basarse en la vida de un kickboxer travesti que pelea para conseguir dinero con que pagarse la operación de cambio de sexo. Como todos los biopics, tiene sus detalles interesantes por la propia vida del protagonista aunque a veces parezca rodada como un video musical, digamos que se deja ver.
El sábado después de comer fui a los Yelmo a ver “Bienvenido a casa” de David Trueba. Quería haber ido a la sesión matinal pero tuve que acompañar a mi madre a la plaza, era su primera salida en una semana y acabó agotada. Hacía varios años que no iba al mercado y me gustó reencontrarme con aquellas sensaciones visuales y olfativas.
Hablar de la película es algo sesgado porque me gusta todo lo que hace David Trueba, desde sus artículos o libros, pasando por sus guiones o películas, las cosas que dice y cómo no, su mujer y musa Ariadna Gil.Sin embargo puedo decir que me gustó aunque pensaba que me iba a reír más. Esa vida de pareja, esa llegada del compromiso y de los hijos y todo lo que nos espera está muy bien retratada gracias a la interpretación de sus dos protagonistas. Los daños colaterales a la mandíbula provienen de la esperpéntica redacción de la revista, los curiosos cameos (buenísimo el del escritor Javier Cercas) y el grandioso parto. Muy recomendable.
Hoy ha sido un domingo tan especial como el resto de la semana. Pasar el día de la madre con tu madre casi curada es el mejor regalo. Salir un momento de casa sobre las dos buscando una excusa ridícula (tener que bajarle algo a Marta saliendo sin nada en las manos y cuando en la calle arrollaba) porque mi hermano ya había traído el periódico y el pan, aprovechando para recoger el centro de flores encargado ayer y volver para ver la cara de sorpresa de tu madre merece caminar bajo la lluvia diez minutos.
El resto de la tarde lo que suele ser habitual: algo de sillón y vídeo, quedar con Marta para tomar algo (y en este caso también con Alex que volvió ayer de Alicante) e ir a ver perder al Depor en Riazor (esta vez ante el Athletic, tenía el corazón dividido y salí contento porque la derrota dejaba a los vascos un año más en primera).

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