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martes, agosto 23, 2005 

Coincidencia de aniversarios

Este día es especial, lleno de aniversarios y fiestas. Primero, un homenaje virtual a este diario que ya es sietemesino como su autor. Creo que voy a seguir un tiempo, llegar al año sería un reto interesante. Tengo pensados algunos cambios que ya iré introduciendo con el tiempo pero que no alterarán el espíritu del mismo. Continuaré dando mi punto de vista de las cosas que suceden a mi alrededor aunque pueda tener una imagen algo distorsionada de lo que en realidad ocurrió.
Tras este preámbulo, deciros que una tarde soleada más he bajado a la playa del Orzán con Santos. Ha sido apenas una hora con mar de fondo y subiendo la marea por lo que la idea de un baño resultó descabellada. Después de ducharme y arreglarme he cogido el coche con mi madre de copiloto hasta casa de mi tía Malena. Me ha resultado difícil, no por el trayecto en sí (otra zona de la ciudad peinada) si no por los continuos comentarios de mi madre que me ponían más nervioso aún. El motivo de la visita era la celebración de los santos de mis tías Rosa y Elena. La mesa del jardín llena de pinchos, una especie de bol gigante con un cóctel parecido a la sangría en una mesa auxiliar y agua. Como no quería tener problemas para conducir tomé agua. Buena parte de la conversación giró en torno a los movimientos en los despachos por el cambio de gobierno, debido a tener dos posibles altos cargos entre los presentes. También me tocó contar por enésima vez toda la historia de mi cuento premiado y recibí mi primera crítica a cargo de mi tío Jose, una fuente fiable al ser catedrático de latín o griego, que no estaba de acuerdo con una frase. Le escuché con atención cuando lo más lógico sería no hacerle caso por llevar unos días con el ego por las nubes.
Tuve que dejarles porque tenía el cumpleaños de Marta en la otra punta de la ciudad, nuevo largo recorrido automovilístico en solitario. Era en la terraza de casa de sus padres. Pensé que iba a pasar frío al ser al aire pero le acababan de poner hace unos meses una cubierta aislante que no impedía seguir contemplando las hermosas vistas del litoral de la Torre de Hércules. Me costó convencerles que había venido en mi propio coche, tuve que señalarlo y enseñarles las llaves y la funda con la radio. Estaban Alex, Bea, Susana, Luz, Sonia y Jose, Adriana y su novio andaluz de nombre olvidado y Jorge. También pasaron por allí parte de la familia de Marta como su madre, su tía, sus hermanos o su prima Cristina que vino con su novio (era como un atlético y alto vikingo con voz poderosa). Puesta al día por partes con Bea, Alex o Luz. Perdí la noción del tiempo olvidándome totalmente del partido de vuelta de la final de la Intertoto del OM y mi Depor. Cuando me acordé, Jose y yo hicimos una escapada para verlo, faltaba media hora e iban empatados. No podíamos imaginar cuando tuvimos que subir a lo de la tarta y los regalos que diez minutos más tarde ya perdíamos 3-1. Cuando volvimos y nos metieron otro gol que nos eliminaba regresamos arriba sin ver el final. Entre los regalos, alguna broma como el libro de La Parejita por tercer año consecutivo (esta vez era uno suyo sustraído de su casa y empaquetado de nuevo) o un paquete de clínex que no pude ver bien para comprender el motivo. Todo ello con las continuas fotos de grupo. Se me hacía tarde, la cosa iba decayendo y la gente iba marchándose. Tocaba un nuevo reto conducir de noche, con puteo previo desde la terraza respondido con varios fogonazos con las largas. Pasadas las doce y sin problemas llegué a casa.

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