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viernes, agosto 19, 2005 

Cena de vecinos

Por fin una mañana medianamente movida en el trabajo, la pausa del café la hicimos pero cuando pudimos no cuando quisimos como los días anteriores. Sigo sin acabar de cogerle el punto al sueño y me encuentro especialmente cansado. Me llama mi tío al curro para felicitarme por mi cuento, cada vez lo sabe más gente temo que lo acabe sabiendo toda la familia y le den más importancia de la que se merece. Quedo con mi padre, mi hermano y Marisa, la prima de Brasil para comer en La Masía. Como no habían llegado todavía, no puedo evitar pasarme por Casa Pilar a tomar un corto y una tapa de brie con frambuesa. Después de una ligera comida con ellos, tenía pensado bajar a la playa llamando a Santos para ver donde se ha puesto pero la marea alta me hace cambiar de planes y me paso la tarde en casa leyendo y conectado.
Recibo una llamada de mi vecina Lourdes invitándome a una cena de vecinos que finalmente consistirá en ir de tapas por la calle de la Barrera, hora indeterminada entre las diez y las once. Por un lado me apetece, pero por otro tenía otros planes, me podría haber avisado con más antelación. Visto que me tendré que cambiar de ropa, ducharme y afeitarme decido salir a correr para desentumecer los músculos por estar sentado tantas horas. Antes llamo a Marta que me cuenta que tiene que darme una invitación para su cumple del martes y le digo que subo a por ella aprovechando que voy a correr. En el portal me cruzo con Ana, la madre de Santos, que me pide que convenza a su hijo para que corra conmigo.
Una vez de vuelta, duchado y afeitado salgo a buscar a mis vecinos por la zona de tapas pero no los encuentro. Entonces llamo a Iria para saber sus planes y me dice que está en el Moncho cenando con Jordi y Beti, me uno a ellos. Nos acercamos a la calle Barrera donde nos separamos porque logro encontrar a mis vecinos. Están en uno de esos locales que no suelo frecuentar del que no sé su nombre. En un principio solo hay chicos: Manuel, Iván, Bruno, Iago, Luis, Raúl y Sergio acompañados de un par de amigos no vecinos. Después van llegando Lourdes, Adela y Alba. Manuel me cuenta las movidas en su trabajo por el cambio de gobierno y Lourdes rememora la noche de los corazones rotos aclarándome que el otro mensaje con un teléfono no era de ellas. Por lo tanto, al final, se trataba de una desconocida a la que puede que llame una semana de éstas para ver si estaba tan borracha como yo o iba en serio su mensaje, me pica la curiosidad. Vamos a la terraza del Tequeño donde sigue la charla con las batallitas, confidencias y anécdotas de juventud. Han sido muchos años juntos, las cosas de la vida nos han ido separando pero nuestra amistad tiene unos fuertes cimientos que nos permiten recuperar la distancia que nos separa, somos diferentes personas pero tenemos una infancia común. Sin embargo, me resulta muy raro hablar con gente con la que no hablaba en aquellos años porque no teníamos relación, sobre todo con los que les llevo casi diez años. Cuando estamos en el Cachivache me encuentro cansado y hasta me veo intentando hablar para evitar los prolongados silencios, la conversación se estanca y aprovecho para salir un momento pero decido no volver. No aguantaba más y aún tenía que ver pinchar a Santos, estuve a punto de entrar en el Patachím pero me di la vuelta y fui al Velvet. Intenté animarme viendo pinchar a Santos pero la sesión electrónica hacia imposible cualquier tipo de conversación y estaba demasiado cansado para bailar. De todas formas, esperé a que llegaran Iria, Jordi y Beti dándole la vara a Santos entre canción y canción. De hecho estaba Koko por ahí pero apenas nos saludamos. Ni me acabé la cerveza, en cuanto llegaron esperé diez minutos y me fui para casa.

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