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jueves, agosto 11, 2005 

¿Yo rompiendo corazones?

Cuando me levanté pasadas las once y encendí el móvil recibí un sms de Juan que me decía que salía en la página 53 de La Opinión en una foto de grupo del concurso de cuentos. Se lo dije a mi madre que me mandó comprar dos ejemplares del periódico y llevarle uno a mi padre no fuera a ser que se enterara por terceras personas de las hazañas de su primogénito escritor vocacional. No me quedó más remedio que hacerlo aunque sabía perfectamente como contárselo para que no le diera importancia.
Después de mucho tiempo he vuelto a pisar una oficina bancaria, la incompatibilidad del horario laboral y la alternativa de la web han sido las culpables. Para colmo una vez que vuelvo, aprovechando las vacaciones, a realizar una sencilla gestión me la hacen mal, un simple traspaso de una cuenta a otra lo hicieron al revés y ahora mi madre me debe el doble. Le tocará a ella arreglarlo la semana que viene porque yo regreso al trabajo y además no pienso volver a pisar una sucursal bancaria en años.
He quedado con Álvaro y he cogido el coche para ir a la playa de As Lapas. Hubo cambio de planes y Raquel tardará otro día más en llegar por lo que el dúo dinámico seguirá causando estragos culinarios esta noche. Casi no había sitio para aparcar y tuvimos que dejarlo más arriba de la antigua cárcel, bajando a la arena por un sendero lateral a la cárcel, lleno de maleza y suciedad pero no nos cruzamos con ninguna rata que deben de ser como gatos por allí. Se estaba genial en la playa, había turistas (por la cantidad de sillas y sombrillas poco comunes el mes pasado) y también estaba Lucía acompañada pero estaba claro que no nos íbamos a saludar. Me metí un delicioso baño tras ver como unos esperpénticos policías municipales hacían equilibrismo en las rocas para llamarle la atención a un pescador para que se alejara de los bañistas o algo así. Me puse en contacto con Sergio y Tóni para lo de esta noche pero solo se apuntó Tóni. El cielo despejado y el sol nos empujaron a dejar la playa a las ocho para coger el coche y tomar algo en O’Portiño. Nos tomamos dos rondas en el irónicamente llamado “Café del Mar coruñés”. Pasamos por nuestras casas para adecentarnos y una hora más tarde quedamos en el Bombilla. De camino al mismo me crucé con María C. que iba con una chica rubia antigua camarera del Patachím que abandonó el mundo de la noche para ser madre, algo tan de moda en estos tiempos y edades. Una vez más María y yo planeamos la eterna comida entre nuestras familias que llevamos tiempo sin celebrar, pensamos en dejarlo para el mes que viene que estará todo más tranquilo de compromisos.
Éstos llegaron, comimos algo en La Bombilla y comenzamos la noche de los Corazones Rotos de la calle de la Barrera. Al entrar a la calle nos dieron sendos corazones rojos con un número escrito (379,380 y 339) que fueron rotando por casi todas las partes de nuestra anatomía a lo largo de la noche. Unas rondas de cañas y tapas en O’Corno que nos sirvieron para quedarnos con los números de la gente que pasaba. Era curioso como algunos novios lucían el suyo pero a sus novias no les dejaban o ellas no querían, para que luego digan que el machismo acabará. Más cervezas y más números en otros sitios pero nos volvimos a olvidar de pedir los vales que te daban con cada consumición para el sorteo de cenas para dos. En A Casa da Moura se me ocurrió la penosa idea de comer una tapa de patatas bravas de consecuencias fatales horas después. También estuvimos en el Canal St donde nos encontramos con Tonecho que estaba con Chechu y Carlos, ninguno llevaba corazones. Regresamos a la calle Barrera, esta vez nos quedamos en la calle para ver la vida pasar. Vimos corazones conocidos como Montse del instituto o mis vecinas Lourdes y Adela. Estas dos se comprometieron a dejarnos mensajes en nuestros sobres, segunda parte de la iniciativa se podía escribir lo que se quisiera al corazón interesado. Estábamos cansados de tanta jauría humana y decidimos irnos tras ir a la mesa a escribir varios mensajes y recoger los nuestros. Para Tóni no había nada, cosa lógica porque no llevaba el corazón visible y Álvaro tenía uno del tipo “que bueno estás” pero sin detalles del remitente. Yo tenía dos, uno con mi nombre con lo cual era el de Lourdes y otro que ponía “para el 379 con amor y un número de teléfono”. Como la cosa podría ser una broma o ir en serio decidimos seguirle el juego a ver que pasaba. Le mandé un sms consensuado con Álvaro mientras Tóni nos dejaba con la esperanza de no cruzarse un control de alcoholemia en su vuelta a casa. Nos fuimos a un garito de nombre Valdrich o algo parecido donde pinchaban música brasileira a cargo de Arturo Lezcano y compañía aunque pasaban de las dos y solo faltaba media hora para que acabase. Estaba casi vacío pero eso no me impidió bailar y cantar sentado, no como el anuncio del Meriva, menos efusivo, dejándome llevar por esa dulce música. En la mesa de al lado estaban dos parejas (o eso pensaba yo). Se iban pero una chica que había estado bailando en la mesa de al lado esperó un poco se dio la vuelta y me habló le dije que era brasileiro con acento y todo pero no se lo creyó, se me presentó dijo que se llamaba Cris y que me había visto moverme y le había gustado, quedamos en vernos por ese local. Ya le había echado el ojo cuando entré pero la verdad es que iba bastante ciego como para recordar su cara si la vuelvo a ver, espero que me disculpe si me ve y no la reconozco. Por otro lado, en una noche atípica el efecto de los sms hechos por Álvaro fueron dos enviados pero solo una respuesta, el juego había terminado o bien la estrategia había fallado. Tendré que probar otro día para ver si era un juego o era real, como me toque la cena para dos que sorteaban ya tengo una disculpa. Debería haberme encargado yo mismo sin dejar que otros, con toda su buena voluntad, se metan en mis asuntos. Pusimos rumbo final al Patachím, donde comprobé que estaba algo ciego cuando me encontré bailando subido a la tarima recordando viejos tiempos a pesar de estar bastante vacío. Regresé al suelo pero seguí bailando. Los únicos que animábamos el local éramos un chico canoso, su amiga y yo. De repente unas manos agarraron mi pecho por detrás y empezaron a manosearme, como sabía que quedaba menos de un minuto para que acabara la canción dejé que continuara. No me giré pero sabía que era un tío (el tío canoso).En cuanto acabó el tema me acerqué a Álvaro para espantarlo y evitar que la cosa fuera a más. Álvaro me miró y decidió que nos teníamos que ir ya. Una vez más mi ambigüedad a la hora de bailar y moverme me juega una mala pasada, ya es la segunda vez que me viene un tío y me hace lo mismo. Pocas cosas tengo claras en esta vida pero una de ellas es que soy 99% heterosexual, dejemos el resto como duda porque no todo va a ser negro o blanco. A estas alturas de una noche loca solo quedaba la traca final y esa vino en mi cuarto de baño a oscuras en forma de vómito mientras meaba. Demasiado asqueroso y patético para dar detalles, como iba borracho decidí no encender la luz y cerrar la puerta, dejando la plasta y su limpieza para el día siguiente.

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