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sábado, septiembre 30, 2006 

Primer resfriado

Semana infernal en el trabajo salvo el viernes que fue muy relajado y contó con la novedad de la llegada de un nuevo compañero. Parece un buen tipo, pero no me dejaré llevar por la primera impresión ya que lo hice antes catalogando a una compañera que si bien su imagen transmite otra cosa (pija y de Madrid) su comportamiento es excelente.
Lo malo es que se trata de otro comercial más, mientras que los del almacén seguimos sin los refuerzos prometidos. Mi puesto de director de calidad a tiempo parcial ha sido más relativo que nunca, escasamente diez minutos en toda la semana. A eso se le llama motivar al personal prometiéndole dedicación exclusiva en el nuevo puesto cuando llegara un Septiembre que ha pasado demasiado rápido.

El estrés provocado lo maté con dosis de cine en pantalla grande y doméstico, pero no empecé hasta el miércoles que fui al Cgai a ver “Entre nous” de Dyane Kurys, una historia de amor a varias bandas que comienza tímidamente como una amistad entre dos mujeres. Destacan ellas dos, Isabelle Huppert y Miou Miou aunque resultó curioso ver al alopécico Jean-Pierre Bacri en uno de sus primeros papeles como actor con una profunda mata de pelo. La sala repleta con mayoría femenina. Podría ponerme misógino y decir que parecía un congreso feminista o que abundaban las lesbianas, sería lo justo para sembrar polémica y ver mi página inundada de comentarios pidiendo más carnaza (espero que no sea la que busque Mr.Out) pero para eso ya hay webs especializadas.
Como curiosidad conseguí asociar un rostro conocido con otro lugar, una chica que coge mi bus y trabaja cerca de mi empresa me sonaba de algo más y ahora ya sé que se trataba de una asidua del cine no comercial.Quizás hable con ella en el 17 la semana que viene.

Volviendo al cine que es de lo que se trata, el jueves fuí a los Yelmo a ver C.R.A.Z.Y. del canadiense Jean-Marc Vallée. A priori poseía varias cualidades que me atraían: estar ambientada en los sesenta y setenta con lo que supone en la música y estética, contar la evolución de una familia típica, ser indie canadiense y tener buenas críticas y premios.
La película tiene de todo, empezando por un humor un tanto peculiar, hasta grotesco. Cuenta la vida del cuarto hijo de una familia católica. El padre se cree que sigue siendo joven y moderno llevando sus gafas de aviador e intentando ser amigo de sus hijos, venerando la música (basándose en las letras del título del single de Patsy Cline para poner el nombre de sus hijos o cuando canta cada Navidad “Emmène-moi au bout de la terre”de Aznavour) pero destilando un tufillo autoritario y homofóbo, Los hermanos son puros clichés: el macarra-ligón-juerguista-drogata, el lector empedernido con gafas pasta, el deportista tirapedos con pelo al cepillo y el típico hermano pequeño gordo y con pelo largo. La madre opusina de pro, cree en los milagros y sueña con visitar los santos lugares mientras plancha tostadas a sus hijos. Con todo esto en casa solo hay que añadir que el protagonista nació el día de Navidad y sufrió unos cuantos percances nada más nacer y que muestra una homosexualidad latente con dosis de travestismo infantil a pesar de que su amiga y luego novia intenta llevarlo por el “buen camino”.
Todo ello hace ver la historia con el punto irónico necesario para reírse de una sociedad retrógrada, homofóbica y tan ridícula como la de ahora. Pero lo mejor es la banda sonora que moldea el film a su antojo aunque la obsesión paterna se haga insoportable. Podría utilizar un paralelismo paterno-musical si mi padre me hubiera inculcado su limitada sabiduría musical (apenas tiene diez discos o cintas) con su devoción por Engelbert Humperdinck, la película sobre mi familia se llamaría como su gran éxito “Release Me” y mi nombre empezaría por R. Si eres capaz de leer entre líneas pasarás un buen rato si no te parecerá una farsa delirante y ridícula, un atentado contra las sanas costumbres “populares”.

El viernes también debería haber visto una película, el plan era subir al Josman para alquilarlas y verlas en casa. Pero cuando llegué a la caja y me dijeron que me habían dado de baja (bueno en realidad a mi madre) y que necesitaba una fotocopia del DNI que nunca llevo para ser socio nuevo cambiamos de planes y nos fuimos a tomar unas raciones al Odilo, un postre en el Hispano y varias dosis de alcohol variado en el Marfil, Soho y Patachím sorteando la copiosa lluvia con una camisa de manga corta (que me dejó tirado y resfriado el resto del fin de semana) y finalizando la noche con un paso fugaz por el Small’s para ver pinchar a Javi cocinitas.
Por tanto, lo único que me permití este sábado, salvo la consabida compra de comida semanal, ha sido acudir al Cgai a ver “Sauve qui peut (la vie)” de Godard. Un ejercicio de vanguardia y estilo que se me hizo difícil por momentos a causa del sopor de media tarde y los principios del malestar general producido por el resfriado. Para la noche quedará película y pizza en casa, sin decidir ambas.

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