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domingo, julio 30, 2006 

Contempopránea / Lisboa

Unas horas después ya estaba levantado, había que darse prisa pues teníamos un viaje por delante. Poco a poco, los otros fueron despertando y acabamos casi todos en una terraza de la plaza del pueblo desayunando café y tostadas “medias o enteras”. Nos tocó irnos despidiendo. Los abrazos y besos por doquier, los agradecimientos mutuos por todas las amistades creadas o mejoradas y el recuerdo de todo lo vivido pudieron emocionarme pero saber que nos reencontraríamos más pronto que tarde atenuó alguna posible lágrima.

Como homenaje a los presentes citaré a los diecisiete que dormimos en la casa (el orden es aleatorio salvo el primero):

Lens, Leti, Javi, Miri, Gemma, Dani, Jose, Alex, Iosune, Raquel, Jorge, Gonza, Cris, Pepe, Víctor, Ana (creo que se llamaba así la chica de la moto) y yo.

Los dejamos con el calor asfixiante y nos pusimos en ruta hacia Lisboa. Éramos tres: Jorge, Pepe y yo. Misma carretera pero distinto destino. Pepe a Sevilla vía Badajoz en autobús, Jorge a Munich en avión desde Lisboa y el que escribe a Coruña en autobús tras conocer la capital portuguesa.
Hasta la primera parada en Badajoz nos empeñamos en “intentar arreglar el país” con un debate sobre política, economía y sociología. Sin prejuicios.

Después, ya solos Jorge y yo, tocó desmenuzar nuestras vidas y las de los amigos que dejamos unos kilómetros atrás con Camera Obscura de fondo musical. Llegamos a Lisboa muy justos de tiempo pero aún así nos paramos lo suficiente para ver un buen rato a tres amigas suyas que no diré los nombres porque me los confundiré. Medimos mal el tiempo transcurrido y decidimos que mejor le acompañaba al aeropuerto porque si se iba solo le costaría orientarse y llegar a tiempo.

Esta vez si que fui el copiloto que debería y entró a facturar con diez minutos escasos sobre la hora tope mientras yo me angustiaba y asaba de calor esperando en el coche de alquiler a que volviera, intentando que los policías comprendieran la situación y no tuviera que mover el coche. Finalmente apareció y ya más relajados devolvimos el coche y nos despedimos, dándonos el abrazo que se dan los que forman un equipo que con el trabajo de todos ha conseguido la victoria o hazaña de coger un avión en el último minuto.

Luego, ya en solitario, pasadas las seis, a esperar el bus que me condujera al centro de la ciudad. Lisboa me llamaba. En vez de seguir hasta el final en la Praça do Comércio en el barrio de Baixa, zona escogida para encontrar alojamiento, me bajé en la Praça do Marqués do Pombal para pasear por la Avenida da Liberdade y enfrentar el mapa con la realidad.
El camino fue más largo de lo esperado, pagué la novatada de medir mal las distancias y cuando llegué a la Praça da Figueira decidí que sería el sitio idóneo para buscar donde dormir. Eché un vistazo a varias pensiones y sus alrededores pero las condiciones de baño compartido y habitaciones sin aire acondicionado no me convencieron y entré en un hotel de tres estrellas a preguntar el precio. Me salía por 58 euros/día, habitación con baño, aire acondicionado, minibar y desayuno de buffet incluido. Una pasta pero estaba claro que merecía la pena después de llevar tres días durmiendo en una colchoneta.
Estaba tan cansado que me bañé, hacía más de cinco años que no me daba un baño, y no estuvo mal. Ya limpio y relajado vacié la maleta y escuché un par de Cds de los nuevos mientras planificaba mis rutas por la ciudad.

Pasadas las nueve bajé a tomar un sándwich y un helado dando un paseo por la zona.Hubo unos chicos que me ofrecieron coca y unas chicas, sexo pero evidentemente no acepté ninguna de las dos opciones y me volví al hotel a dormir, en una cama, por fin.

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