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lunes, julio 31, 2006 

Segunda en Lisboa

Me levanté muy descansado tras un sueño reparador de más de ocho horas, me duché y vestí para bajar a desayunar hasta reventar. Luego fui a sacar dinero a mi banco donde me informaron que aquí no cobran comisión los cajeros, que son todos multibanco. Qué gran idea y que tontos somos por aceptarlo en España. Tan lejos, tan cerca.

Un paseo por la “Baixa” hasta el mediodía que el sol aprieta y conviene buscar una sombra. Con dinero es fácil caer en tentaciones y la mía se llama FNAC, lugar elegido (y muy vacío para ser lunes) para pasar el tiempo hasta la hora de comer. Me acabé comprando cosas previstas y hallazgos sorprendentes, limitándome al terreno musical dejando los Dvds demasiado tentadores para otra ocasión tras comprobar que no tenían lo que buscaba, no editado en mi país. Aparte de unos cuantos discos de oferta me compré tres novedades: el “Tecnicolor” de Os Mutantes con una versión impresionante de “A minha menina”, el imprescindible y difícil de conseguir en mi ciudad “A Tom Moulton Mix” de Tom Moulton y la sorpresa de “You Gotta Believe It’s…Sharon Tandy” que recopila los singles editados por Sharon Tandy en los años sesenta.

Con el bolsillo vacío y la bolsa llena paseé un rato por el “Bairro Alto”pasando por el mirador (cerrado por obras) de S. Pedro de Alcântara hasta dar con un parque en la Praça de Principe Real donde me refugié bajo la sombra a sentarme y beber una botella grande de agua mientras pensaba donde comer. Sabía que había un vegetariano cerca, lo busqué y lo encontré pero estaba cerrado “por ferias”. Entonces caminé al azar y me topé con un sitio al que me había prometido no ir, la “Taberna Ibérica” donde acabé comiendo una tapa de morcilla de arroz y una ración de tortilla de vegetales. Estaban buenas pero seguía siendo un gran sacrilegio gastronómico haber parado allí.
Aprovechando la cercanía fui hasta la tienda de discos “Carbono” donde había grandes chollazos a 5 y 10 euros. Caí en varias tentaciones hasta llegar al tope de los 50 euros y con la promesa de volver el último día si las cuentas me cuadraban.

Siguiendo la ruta prevista pero en parte improvisada llegué a la Cinemateca, auténtico templo de liturgia pagana del que me considero “talibán”. Primero comprobé la programación, interesante pero ya había visto las cuatro que pasaban esa tarde, lamentablemente se trataba de la última sesión porque para Agosto tenían vacaciones. Más tarde visité la exposición de cámaras y proyectores para finalizar mi visita pasando por la tienda y tomando un café delicioso en la espectacular cafetería. Me fui de allí soñando con que algún día lejano, la filmoteca de mi ciudad tuviera su sede más amplia en un marco tan incomparable como aquél.

De nuevo me recorrí la Avenida da Liberdade de vuelta al hotel cuando eran las siete y media recién cerradas las tiendas evitando últimas tentaciones. Justo cuando iba a entrar en el hotel coincido con el tranvía antiguo que conduce al Castelo de S. Jorge y decido cogerlo. Vamos como sardinas en lata y se sigue subiendo gente pero el sacrificio merece la pena, las vistas desde arriba son impresionantes, habrá que compararlas con las del Elevador de Santa Justa que se aprecia casi enfrente. Descenso a pie que relaja las piernas bendecidas poco después con un par de horas de baño y descanso que dieron paso a la cena en un vegetariano cargada de vitaminas y minerales que me devolvió la energía perdida tras una jornada de tan larga caminata.
Antes de volver al hotel para acostarme llamé a mis respectivos padre y madre para contarles mi situación. Tuve que usar una cabina, tras mucho tiempo sin hacerlo, ya que se me olvidó activar el roaming de mi móvil.

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