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domingo, junio 25, 2006 

Tres eran tres

Ayer amanecí pasadas las dos sin resaca pero me quedé en la cama el tiempo necesario hasta que mi madre se fue a comer a casa de mi abuela para poder disfrutar de la casa para mí solo durante al menos dos horas. Cumplí con el ritual de lavarme la cara con el agua de flores, me duché y purifiqué con calma, intentando tener un aspecto decente y me pasé una hora en paños menores recogiendo y limpiando mientras escuchaba el primer volumen del “69 Love Songs”. Me vestí en el momento oportuno, pasadas la cuatro cuando llegó el binomio Luci-Fer batiendo todos los records de la noche mágica. No quería hacer más ruido, había que dejarles dormir y bajé donde david a comer algo y ver el Alemania – Suecia. El menú improvisado consistió en un aquarius para reponer sales, una tapa de ensalada de pasta como fuente de energía, un agua para reponer líquidos y el café con leche para espabilar. Los teutones arrasaron, meten miedo y como no me convencía la alternativa de volver a casa me fui a dar un paseo de dos horas con la compañía de un vasito de helado de yogur de plátano (dosis de potasio para culminar la recuperación) y Elvis Costello en mi mp3. Agradable paseo donde pude ver a gatos dormir y comer, un cojo con muletas paseando más rápido que yo y la cara de felicidad del patético escalador con pies de gato al alcanzar su cima particular de apenas tres metros con los aplausos y sonrisas de los presentes. Solo paré los minutos necesarios para escuchar el “I Want You” del señor Costello, recuerdo de una de las muchas chicas de mi pasado a las que quise querer y no pude.
De vuelta a casa llamé a Tóni porque vi su coche en el Club pero no me cogió. Me llamó en pleno Argentina – Méjico, un gran partido con prórroga incluida, tras el cual quedé en la esquina del Bombilla con dos de mis favoritos: el dúo aciatlántico y Juan que reaparece cuando vuelve Álvaro a rendir visita. Necesitaba un café con hielo y nada mejor para hacerlo que la terraza del Bristol viendo la vida pasar y en compañía de grandes amigos. Vimos tanta “vida” pasar que decidimos verla más de cerca yendo cien metros más allá. Una llamada de número desconocido pero identidad acertada me condujo a encontrarme con tres chicas de mi mundo particular, mi hermana Luci con Fer (ya recuperados) y Emilio; Marta en doble pareja con otro Fer y por último la chica de la cabina que se incorporó al póker de chicos. Una vez más, Juan se fue antes de tiempo y nosotros subimos unos metros más arriba para charlar y tomar una copa en uno de los sitios más visitados en los últimos meses. Después tocaba el Pata y las countrygirls, esta vez estaba jotajota dirigiendo la orquesta pero la música era lo de menos, estábamos los tres amigos juntos de nuevo y lo demás no importaba.
Empezaron las deserciones, unas al Rocknroll, otros un paso fugaz e infructuoso por el Velvet y yo con la locura de pasar por el Crápula. Reencuentro en el Rocknroll justo para despedirnos e irme con mis chicos a una sesión de “playismo” milagrosamente gratuita donde acepté unos cuantos sorbos de lo que podríamos decir alcohol de quemar que causó estragos en mi persona. Aprovechamos el desfase para sacarnos más fotos, ya veréis alguna en cierto fotolog al que pretendo llegar a tiempo para hacer un comentario antes de los diez permitidos. No esperamos a que acabara la sesión para irnos pero tuve tiempo para dos momentos memorables: una grandiosa exaltación de la amistad con Juanjo (no sé porque se me ha dado por decir jotajota cuando nunca lo he llamado así) y una felicitación de cumpleaños a la única chica, amiga de amigas, que me hace ponerme de puntillas y estirar el cuello para saludarla. Sentirse pequeño la misma noche que te han llamado flaco por primera vez es realmente tan curioso como inaudito. Álvaro tuvo un ataque gastronómico de nostalgia y se lanzó a por un trozo de empanada del que comí un bocado insuficiente para quitarme el sabor de unos chupitos de Jackdaniels que no me tomé y quedarán pendientes para otra excursión del country.

Toda esta parrafada la he soltado entre las once y las dos. Me he desvelado, tras cuatro horas durmiendo no aguantaba más, eso que hoy si que tengo algo de resaca. Posibles daños colaterales de un café a deshoras o de ejercer de consejero sentimental a tiempo completo de alguien protagonista de un culebrón cada vez más enrevesado.

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