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lunes, junio 05, 2006 

Paseos

Lo que más he hecho en estas últimas semanas ha sido pasear, solo y acompañado, aprovechando la llegada del sol por estas latitudes y buscar las ansiadas terrazas con los amigos que vuelven a dejarse ver, con la playa tan llena y tanto calor que cuesta caer en la tentación pero se acabará cayendo en cuanto me compre la crema más natural posible con factor superior al 20.

Mi cuerpo necesitaba descanso nocturno tras varias semanas bebiéndomelo todo y sudando la gota gorda en la noche coruñesa y la terapia alternativa más conveniente era el reposo y el recogimiento. Los calores veraniegos y las multitudes convierten a las noches en demasiado largas y era necesario una pausa para no morir de éxito sin haber catado los tres meses estivales.
Mis sospechas eran fundadas y mi cuerpo acusó los excesos; he recibido los resultados del examen médico anual de la empresa y el hígado, concretamente, las transaminasas se me han disparado con lo cual pasaré una temporada como un pez en el agua dejando la cerveza para grandes ocasiones. Por lo menos estaré abstemio hasta los días previos a San Juan y a partir de ahí será difícil que no caigan alguna estrella que otra pero con moderación que un hipocondríaco no deja de serlo por mucha fiesta que le rodee.

La faceta cinéfila del diario va quedando estancada con la llegada del calor y las citas alternativas. Únicamente una película vista en pantalla grande durante las dos últimas semanas la penosa (y me quedo corto) X-Men III dirigida por alguien que no merece ser nombrado ni comparado con el director de las dos anteriores Bryan Singer que no sé cuando decidió desmarcarse del proyecto para rodar la nueva versión de Superman.
La fui a ver el día 31 a los Filmax con Sonia, Marta y Alex, compañero habitual de las películas de superhéroes. Antes fuimos a comprar el regalo para Bea que hoy está de cumple, menos Marta que nos veía en la cola del cine. Cuando terminó la película nos quitamos el mal sabor de boca cenando en el Gino’s aprovechando una oferta que venía en las entradas. No estuvo mal para ser la primera vez y la oferta es interesante.
Las otras sesiones cinéfilas fueron de fin de semana con un sofá cada vez más adaptado a mí, cena a base de pizzas o crepês del “Chapa” (que me recordaron tiempos remotos con meriendas a base de “claros de luna”) acompañados de saladitos, nubes sangrientas de remolacha y queso o increíbles inventos como las patatas fritas onduladas a la vinagreta tan incomibles como algunas pizzas de plástico y en la pantalla una de chicas tan listas como guapas e incomprendidas y una doble sesión de héroes de juventud semidesnudos y en blanco y negro.

También hubo tiempo para soñar con viajes imposibles y elegir las vacaciones más completas de los últimos años. La experiencia del año pasado de quedarme aquí no la volveré a repetir.
Hasta ocurrió algo inaudito como fue una excursión la tarde del viernes de tres amigos en busca de ropa para renovar el vestuario. La primera fase de viaje de compras fue en el centro comercial Odeón de Narón y se completó con hazañas como comprarme mis primeras prendas de “Beskra”: una cazadora blanca y ligera y una camiseta con arraigo sentimental por ser del mundial (Alemania 74) en que lancé las últimas patadas antes de nacer. Para completar el cupo unos finos jeans de Zara. La siguiente fase será uno de éstos días con una excursión a Lugo a la tienda de “H & M” y lograr esa sensación tan placentera de sentirse diferente y haberse vestido por el enemigo.

Y más llegadas sorpresa: familiares lejanos con los que conversar y volver a la aldea donde poder contemplar a la generación de padres y tíos que charlan felices o amigos lectores emigrados que suponen más tapas, aguas y terrazas y leves intentos de arreglar el país.

Para terminar mi particular homenaje a dos figuras que han sido noticia estos días (no se alarmen queridos lectores que no va por ahí la cosa): mi admirado Paul Auster, uno de los motivos por los que viajaría a ese país que odio y que nunca visitaré sería conocer el NY que retrata mi gurú del azar; y Norma Jean que supuestamente sería una entrañable abuelita si estuviera viva y no sirviera como icono agnóstico de cabecera para las camas de chicas inolvidables como mi hermana, perfecto sustituto del espantoso crucifijo protector de otros tiempos que nunca tuve ni tendré.

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