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domingo, junio 18, 2006 

Demasiados cumpleaños

La semana comenzó con los preparativos para el día grande, el miércoles. Tras comprar sendos regalos, la tarde del martes y trece continuó con un encuentro fugaz con un amigo al que acabaré llamando por su nick por ateísmo y falta de costumbre de utilizar su nombre no virtual.
Un encuentro no casual me llevó al Bristol a tomar algo y después colaborar en los preparativos para una cena deliciosa para 4+1 con doble juego de nombres repetidos y llegada inesperada que finalizó con un descafeinado en El Siglo de funestas consecuencias para mi sueño posterior pero me permitió llegar a casa pasadas las doce para hacer la primera de las felicitaciones. Era el día de un cumpleaños multitudinario, coincidían dos madres y un amigo. Solo felicité a la mía y a David, con el que hablé vía telefónica ya que se encuentra en Madrid trabajando en la campaña de la renta compatibilizándolo con el estudio de su oposición. Sirvan estas líneas para felicitar a la otra madre, asidua lectora anónima de mi bitácora y madre del fotologuero del momento.
Una vez más acerté con los regalos a mi madre, dos libros y dos entradas para el concierto de Sasha Sokol, quedará otro pendiente cuando regresen mis hermanos si les parece bien la idea. El hecho de que coincidiera su cumpleaños con el primer partido de España en el Mundial me hizo desechar la propuesta de mis amigos de comer y ver juntos el exagerado debut de la selección. Se vio un gran espectáculo, sobre todo sabiendo que fue posible sin la participación inicial del “niñato” (como cantaba el planetario Jota), los poderes fácticos madrileños no consiguieron imponer su criterio por una vez.

El resto de la semana tuvo de todo: quedé para comer con Carol, soporté un aguacero tormentoso que me caló hasta los huesos con la excusa de bajar a ver un partido y fui de compras por la calle Barcelona, descubriendo una pequeña tienda de moda, “Hamevaki” con ropa finlandesa y chic de precios aún prohibitivos, dueños simpáticos y amables con sofisticación neumática y vulgaridad a partes iguales, gran futuro (en otro local) y que cuenta con web propia (www.hamevaki.com). Podría decirse que se trata de un auténtico panal de rica miel en una zona en la que escasea aunque proliferen las cutres “Abejas Rojas”.

El jueves fui al concierto de Sasha Sokol con mi madre. Le había regalado dos entradas pero no esperaba que fuera el elegido. Hubiera sido demasiado incomprensible no haber aceptado. Era en la nueva Fundación Caixa Galicia donde la acústica era bastante buena y estaba bien diseñado. En principio tenía ciertos prejuicios hacia la cantante que se incrementaron cuando salió a escena, era increíblemente guapa, alta y delgada. Me iba a resultar difícil escuchar a tanta belleza sufrir cantando rancheras. Yo pensaba que para que fueran creíbles era necesario que las cantaran voces y bellezas desgarradas como las de Chavela o Paquita la del Barrio, pero me equivoqué. Nada más terminar la primera canción ya se me puso la piel de gallina, aunque puede que fuese por el poderoso aire acondicionado. Hubo de todo: clásicas de toda la vida de letristas como Jose Alfredo Jiménez; otras fronterizas estilo la fallecida Selena o incluso un narco-corrido; una primicia fruto de un repertorio improvisado y algunos homenajes insólitos como un excelente “Aquellas pequeñas cosas” de Serrat, “A Rianxeira” (con la virgen de Guadalupe como disculpa) o un “Volver” cantado en los bises con todo el público de pie. Fue tal dicha comunión que la cantante llegó a dejar resbalar alguna lágrima no ficticia en sus desgarradoras interpretaciones. Ciertas miradas fugaces a mi madre me hicieron comprender que había conseguido hacerla feliz durante hora y media. Misión cumplida y para casa.

Finalmente tras una noche de viernes de tapas y película interrumpida por un dueto de sofás dormidos, llegó el sábado pleno de acontecimientos. Si fuera un adicto el cine sería mi heroína y el fútbol del mundial sería mi metadona. Pero esta tarde de sábado no había nada ni nadie que me impidiera recaer y alterné fútbol y cine hasta cerca de la medianoche.
La película del Forum era “Comme une image” de la directora y actriz francesa Agnès Jaoui. Trata sobre la vida de una adolescente acomplejada, hija de un escritor de éxito que la ignora, que demuestra su inseguridad creyendo que todos la juzgan por su imagen hasta que descubren de quién es hija. Me recordó a cierta etapa de mi vida (se podría titular como la canción de Dr. Explosión “Eres feo chaval”) y en ciertos momentos llegué a sentirme identificado con el personaje aunque también me gustó porque refleja ese sueño de poner “escritor” en la casilla de profesión.
Tras ver empatar a Italia salí hacia la cafetería del Playa donde quedé con Carol para ver el concierto de Junkfood. Se presentó con Paz y Beti. La primera, amiga desconocida de vuelta de “Frisco” para pasar unos meses y quién sabe si más. La segunda, una amiga común también de vuelta, ésta forzada por la limpieza “étnica” realizada por el bipartito en el ayuntamiento ourensano donde tenía su beca. Completó el póker de damas, Anita que llegó algo más tarde (reflexión si ellas son el poker yo quién sería ¿el joker?). Tras unas rondas de puesta al día y preguntas sobre los/as ausentes, bajamos al concierto. Se trataba de una iniciativa de la ONG Labañou Solidaria, con un concierto benéfico a cargo del “dream team” del Jazz Filloa y de Junkfood.
Hecho curioso conocer a gente que representaba a los tres protagonistas. Mi madre y mis tíos son socios de la ong y amigos de los principales impulsores, la gente del centro de salud de Labañou. Por dichos motivos es mi centro de salud y no el que me tocaría (quizás me cambie al de Orillamar cuando lo hagan), hablé con ellos un rato, incluso volví a ver a parte de sus hijos quince años después con la impresión que eso supone, además resulto que Paz también les conocía.
Del Filloa nunca he sido asiduo pero un encuentro fortuito con un antiguo amigo y casi familiar (el hijo de mi madrina) que me saca diez años me llevó a una noche de farra hace años que se prolongó durante varias horas en dicho local cuando solo quedaba el dueño y dio para una conversación etílica, histórica (repasaron diez años de sus vidas) y, por tanto, tan inolvidable que no volví a verlos hasta que hoy cuando el dueño pisaba el escenario tocando maravillosamente el saxo.La cantidad de gente mayor y “jazzística” abandonó el local cuando comenzaron los nuevos Junkfood. Amigos y conocidos en el escenario rodeados de una veintena de amigos y conocidos en el público. Arriba, la voz del fakininglis Mánuel, el bajo del polifacético Juanjo, la guitarra del smiley-teacher Richard (léase Ruichar) y Jacobo en la batera. Abajo, compañeros de grupo y de local de ensayo, amigos, amigas, hermanas y alguna ex, vamos a poner nombres: Héctor, Pepe, la trouppe de los cocinitas, Vanessa, el póker de damas y el aquí presente. Una única ausencia no preguntada por todos los que debieran. Efusivo concierto que continuó desperdigándonos primero algunos en el Soho y reencontrándonos en menor número en el Patachím hasta el cierre. Momento en el que la cordura me llevaba hacia casa, previa búsqueda de taxi para Carol mientras que un batallón comandado por dos chaquetas alemanas iba camino del Velvet a donde había prometido ir para reencontrarme con amigos antiguos y recientes que celebraban el cumpleaños del no tan joven Iván. Treinta y una disculpas chicos (número al azar).

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