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jueves, mayo 25, 2006 

Gestos y palabras

Ha sido uno de esos días aparentemente triviales donde no ha pasado nada del otro mundo pero que, sin embargo, recordarás durante mucho tiempo. La razón es bien sencilla, un simple gesto, en este caso una simple palabra hace que todo sea perfecto.
Por estas fechas la gente anda algo histérica con las declaraciones de la renta y a mí me toca soportar el papeleo de mis padres siendo el mensajero y recadero de papeles sin firmar o ya firmados.
Esta tarde antes de salir del curro me llamó mi padre para que pasara por su casa para dejarle y recoger unos papeles y revisar los equipos que se estropearon por una bajada de tensión y que tiene que llevar a reparar. Como siempre mi padre te pide las cosas con un “cuando puedas”aunque en realidad quiere que “lo hagas ya”.Vamos que me pasé por allí después del trabajo y le solucioné todo, le llamé para decírselo y fue en ese momento cuando sucedió algo inaudito en nuestra relación: me dijo “gracias”.Es algo que no sale de su boca, de hecho me sonó tan raro que le pedí que me lo repitiera por si había oído mal y lo volvió a decir. Se supone que tienes que hacer las cosas porque entra dentro de tus obligaciones como hijo, sobre todo si aún te sigue manteniendo por lo que las expresiones como “gracias”, “por favor” o “enhorabuena” no tienen sentido.
Nada más colgar el teléfono me invadió una sensación de euforia que no se me quitó en lo que restaba del día. Así subí a casa de Marta para ver el capítulo de “House” que nos faltaba por ver, regresando a casa a las nueve porque ella se iba a clase de baile.
Cuando llegué no me esperaba que con mi madre me pasara algo parecido que con mi padre. Me pidió que le consiguiera cita para lo de la renta por internet porque llevaba toda la tarde llamando por teléfono y no le cogían. Entré en la página de Hacienda y se me ocurrió preguntarle si quería que le hiciese la declaración por internet, le pedí su borrador y lo rectifiqué incluyéndole la pensión que le pasa mi padre y el faltaba por meter. Continué con el proceso hasta el final y no me llevó más de cinco minutos, muy poco tiempo y esfuerzo para una gran recompensa: ver su cara de orgullo, recibir su beso y sus palabras de agradecimiento.
Con el paso de los años la relación con mi padres se ha ido enfriando, los besos se fueron convirtiendo en algo mecánico y dejaron de ser imprescindibles, las discusiones se multiplicaron por cosas absurdas y los buenos momentos empezaron a escasear. Aún así considero que mantenemos una buena relación a pesar de que me sigan tratando como un niño.
Tras esta descarga familiar y sentimental me invitaron a ver “Ecce Bombo” de Nanni Moretti, lo que convirtió la tarde de hoy en una especie de bucle en dos partes “ejercer de buen hijo” vs “sesión catódica-con-comida-en-casa-de-una-amiga”.
No había visto ninguna película de Moretti de su primera época (cuando no llevaba barba) y comprendí que su estilo tan peculiar no era fruto de su madurez si no que ya estaba presente desde sus comienzos. Resultó muy agradable, incluso puede que la compre o pida una copia.
Para finalizar este día de tantos gestos me llevé otro para casa, la mirada ilusionada y feliz de alguien que te cuenta que lo han felicitado por hacer algo que le gusta.

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