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sábado, mayo 20, 2006 

Eurovisión y clases de baile

Después de la sesión de cine que me dejó más cansado de lo que estaba me pasé un par de horas escribiendo y bajándome música. Luego me llamó Álvaro y quedamos para una sesión de tapas, nos invitaron a ver Eurovisión por lo que nos pasamos por el Bombilla (rico, rico de nuevo) y A Casa da Moura (cada vez más penosas las tapas).
Subimos a la fiesta eurovisiva que tenía de todo, unos con ganas de que sonara el móvil para marcharse y otros encantados puntuando a los países e incluso mandando un sms para apostar. Solo pude ver la mitad de los grupos pero aposté fuerte por Croacia que mezclaba lo tradicional con lo verbenero con una cantante de “labios de los que se llevan ahora” (Beatriz Pecker dixit) y una coreografía digna de reproducir horas más tarde como un chiste privado aunque al final nos cortamos. De las del tomate azucarado mejor no decir nada, simplemente apostamos en que puesto quedarían y ganó la única chica presente. La arriesgada apuesta orco-metalera finlandesa se llevó el triunfo sin que ninguno de los presentes apostáramos por ellos demostrando que, alianzas políticas y bolsa de emigrantes aparte, dicho concurso nos sorprende cada año. Rompiendo moldes que harán de la edición siguiente una revolución.
Decidimos quitarnos ciertas dosis de pasteleo musical tomándonos algo en el Patachím que sirvió para despedirnos de Álvaro y que se perdiera mi triunfo como profesor de baile de una rubia pija que se hacía la tímida y no sabía bailar el soul supremo. Menos mal que no le tuve que enseñar a bailar el monográfico de los Pixies que llegó después.
Me sorprendió que alguien arrítmico como yo le dé clases de baile a alguien y, por otro lado, me demostró que estoy en un momento físico y mental tan optimista que transmito tan buen rollo que me hace volver a estar en el mercado de la carne sin que signifique que estoy de oferta y me pueda ir con la primera que baile a mi lado.
Estaba tan cansado y me dolía algo la espalda por lo que pasadas las tres me fui para casa, previo paso por el avituallamiento para tomar unas empanadillas entre pies de calcetines con agujero y manos bonitas que se dijeron hasta luego al llegar al primer portal.

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