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sábado, octubre 29, 2005 

Hierro 3

Las escasas seis horas de sueño por un intento nocturno de escribir algo del festival nada más llegar a casa, no me impidieron estar en perfectas condiciones para la comida familiar y acudir a las cinco al Forum a ver Hierro 3 con Tóni; eso sí mis limitaciones físicas se notaron cuando me dejé olvidado el móvil en el taxi y tuve que llamarlo desde el de Tóni para recuperarlo pagándole otra carrera al taxista.
Antes de iniciar el análisis de Bin-jip (título original de Hierro 3), película del coreano Kim Ki-duk, debo comentar la falta de cortesía y cultura cinematográfica que permite a algunas personas entrar en una sala cuando se lleva más de media hora de metraje sin importarles lo más mínimo, se incorporan en ese momento y les da igual no entender nada. Estoy empezando a pillarle manía al Forum por esta razón, cinco minutos puede ser normal, incluso diez minutos pero permitir comprar y/o entrar en la sala pasado ese tiempo es una vergüenza, lo mismo que entrar y volver a salir varias veces (salvo que tengan algún tipo de problema físico que les obligue a esto último).
Volviendo a la película, me resultó interesante, más divertida que triste y con las dosis de violencia habituales del director algo más comedidas en lo sangriento pero no por ello menos duras. La historia es curiosa, el protagonista es un repartidor de publicidad de comida a domicilio que entra en las casas que continúan con la publicidad en la puerta al final del día, elige al azar una y entra para pasar un tiempo en ella siguiendo el mismo ritual en el interior. Hasta que un día se encuentra con que una casa no está vacía y surge una nueva trama.
La crítica social está presente en todo el metraje: el maltrato de la mujer, el poder de las apariencias, el abandono de los mayores, la corrupción policial, la incomprensión del inadaptado o diferente y la injusticia. Frente a ello tenemos el amor incondicional sin necesidad de palabras, el uso de la mente sobre la fuerza, la solidaridad del trueque (por usar las casas sin permiso, el protagonista lava la ropa o arregla cosas a cambio).
En definitiva una historia bonita con un trasfondo social que puede resultar falsa e incluso fallida por la ausencia de diálogos, centrándose en las miradas y los gestos pero que sale bien parada por la puesta en escena en la que se mueven como fantasmas los protagonistas.
El resto de la tarde la pasamos tomando algo y haciendo ese deporte dicen que tan poco masculino de ir de compras pero no comprar nada por las diversas tiendas de ropa del centro comercial cercano. Ahora que empezábamos a introducirnos en los terrenos de la metrosexualidad crean un tipo nuevo de hombre, el ubersexual. No estoy acostumbrado a ir a estos sitios tan concurridos los fines de semana, me impresiona la diferencia entre el que entra y compra, el que entra y mira pero no compra y el que solo pasea porque no puede comprar. Ese ocio importado y aprovechado por el liberalismo para fomentar el consumo sirve para observar como, por ejemplo, los inmigrantes sudamericanos salen de sus guetos y pasean contentos en familia ante los escaparates repletos.

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