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jueves, agosto 04, 2005 

Perbes sin presidente

Este jueves recuperamos nuestra cita veraniega de jornada familiar en la playa de Perbes. Hace un calor asfixiante y la arena fina y pegajosa me hace añorar a las habituales más gruesas y desprendidas. Se nota la presencia de la (siempre peligrosa) Guardia Civil que vigila de cerca el chalet de Fraga porque aunque afortunadamente no sea presidente sigue siendo supuesto objetivo terrorista. Entre mi padre, mi hermano, mi tía y mis primos y primas somos nueve. Es la única vez que consiguen meterme en una playa por la mañana, soy muy riguroso en cuanto a elegir las horas más saludables de sol y echarme la crema de alta protección antes de exponerme al mismo. Para putear a mi hermano me he puesto el bañador tipo boxer que me compré hace varios años en Brasil y que éste año, gracias al gimnasio, no me hace parecer un chorizo. Me he pegado un baño antes de comer y como por megafonía dijeron que había que usar chanclas por los escarapotes he intentado nadar con ellas pero se hacía imposible por lo que me las he metido dentro del elástico bañata, me hubiera gustado verme porque sería gracioso ver como una especie de aletas me salían por el culo. Comida curiosa en un abarrotado chiringuito donde se mezclaban los percebes con la ensalada, la tortilla o las parrochas, regada con claras, agua y café con hielo. Recibo varias llamadas y mensajes; Carol me responde un día más tarde y nos veremos mañana después de comer, Tóni para ver si bajo As Lapas o Álvaro para comer con él, Raquel y Ana. El intento para volver a la playa y jugar un partido queda desechado por el calor y la marea alta, menos mal que no dejamos las toallas en la arena como otras veces porque ahora estarían por Vigo o Gijón según las corrientes. Al marcharnos sobre las seis evitamos la caravana pero pudimos apreciar desde la autopista uno de los múltiples incendios (seguramente provocado) que asolan la península. Reparadora ducha y ronda de mensajes para ver que planes había para esta tarde noche. Un encontronazo con el buzón de voz de Álvaro, me hizo llamar a Raquel que me informó que su novio estaba en casa. Le llamé y me dijo que quedamos en el Polvorín con J.Llamas. Después de una charla dedicada al mundo de Ikea y las ansias de maternidad de las mujeres de nuestras edades, pudimos apreciar como despedida el genuino moreno ciclista de Juan que se iba a su cercana casa. Nosotros bajamos a la calle de la Barrera a la degustación de callos y cañas con motivo de un nuevo tipo de iniciativa de la Asociación de Hosteleros de la calle. Completamos nuestra cena con una añorada tapa de pollo al champiñón del Mesón Barrera y unas raciones en A’Tixola donde descubrimos que la camarera (nuevo mito erótico del grupo) era polaca. Nos cruzamos con Marta y Alex con conversación intranscendente incluida y decidimos sentarnos en el Canal St a tomarnos la última caña. Al rato aparecen Tonecho, David y Sergio, se nos unen pero preferimos no continuar y les dejamos marchándonos para casa.

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