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sábado, julio 30, 2005 

Tradición familiar

Ligera resaca superada con casi ocho horas de sueño y una ducha. Diversas paradas con mi padre para recoger a las primas brasileñas y a mi hermano Juan. Este es el primer año en que la comida familiar anual de mi aldea no se hace en casa de alguno de mis dos tíos, fuimos todos a un restaurante “O’Garfo” en el cruce de Irixoa. Sesión de saludos, rencuentros y sorpresas porque las siguientes generaciones pegan fuerte y ya me pasan siendo menores de edad. Comida interminable con un primer plato al que le seguía otro primer plato y así durante cuatro veces seguidas, de hecho cuando llegaron el cordero y la carne asada ya no me cabían. Una larga sobremesa con un café de pota reparador, alargada con el reparto de las invitaciones de boda de mi prima y su novio.Salida y parada en las dos casas de mis tíos, en la primera con pachanga de basket incluida entre mi prima brasileña Sabrina, mi hermano Juan y yo. Entre unas cosas y otras no llegamos a Coruña hasta casi las nueve.
Tiempo justo para cenar unas pizzas recogidas en Donato (donde me encontré con mi vecino Daniel y hablamos mientras esperaba). Justo al acabar de cenar me llaman mis primas para salir todos juntos por la noche, no había plan alternativo. Quedamos delante del puto y abarrotado McDo (así revienten de comida basura habiendo ricas tapas a la vuelta de la esquina). Como mi prima Lara tardaba en bajar de la nueva casa de su novio, nos invitaron a subir para verla por dentro. Escaleras de madera y portal antiguo reformado, pero sin ascensor. Su piso era el cuarto y último, un pequeño ático a dos alturas. Abajo un salón abierto en plan loft con la cocina y el baño como únicas puertas; arriba, subiendo unos diez escalones sin pasamanos, el dormitorio abuhardillado con armarios empotrados. Era lo que yo buscaba para independizarme, interrogué a René (el novio de mi prima) sobre cómo había conseguido ese ático y por cuánto. Me respondió que por 360 euros y por una agencia. No tenía calefacción pero sus vecinos, otra pareja joven, le dijeron que no hacía falta que ellos no la necesitaron el invierno pasado. Además me comentó que sus vecinos tenían pensado irse y ellos cambiarse al otro porque tenía otra habitación más y mejores vistas. No me pude resistir y le dije que me avisaran para que yo me quedara con el suyo e independizarme. Lo tiene todo: es un ático con suelo de madera, amplio salón con posibilidad de poner colchones para futuras visitas y dormitorio aislado; a dos minutos de la parada del bus que cojo para ir al trabajo; a diez minutos de la casa de mi madre y algo menos de la de mi padre, a cinco minutos del cine del Cgai y del nuevo centro comercial del Puerto. El único inconveniente es el precio, algo excesivo para mi actual sueldo pero tiraré de un año de ahorros hasta firmar el definitivo y (espero) gran contrato de Marzo. Cuanto más tiempo tarden en mudarse mejor, pero por si acaso no me iré de vacaciones muchos días para evitar sorpresas y continuar ahorrando.
La noche con mis primas fue muy suave, había compromisos culinarios dominicales, nos llevó desde pasadas las once hasta las tres de la mañana. Estuvimos en tres sitios (dos bares y un pub), a base de cervezas por mi parte, primero en O’ Lorcho, después en As Cavas (o algo así) y por último en el pub Hándicap Cero. Lugares extraños para mí alejados de lo indie pero sin llegar a ser pasteleo comercial, no llegué a sufrir por mis oídos. Estábamos tan animados como cansados, por lo que se quedó en lo que pudo ser y no fue, es decir de una noche de juerga familiar se pasó a tomar unas cañas con mis primas y novios.

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