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viernes, junio 24, 2005 

No time to sleep

Sabía que dos horas de sueño no serían suficientes pero contaba con despertarme igual porque había puesto dos despertadores. Mi madre me preguntó si sabía la hora que era yo le respondí a gritos que sí, miré el despertador y eran menos cuarto, tenía apenas un cuarto de hora para ducharme, vestirme y atravesar media ciudad, imposible. Me costó más de lo creía despejarme ni después del rito final de lavarme la cara con agua de flores y acabé llegando al trabajo casi a las 9, una hora tarde. Cuando entré por la puerta mi compañera Mara me dijo que corriera que acababa de llegar el jefe por el almacén y me fuera para arriba sin el periódico y disimulara como si saliera del servicio. La verdad es que funcionó aunque yo sabía que el jefe ni se fijaría que no estaba. Enseguida me tomé un café rápido y bajé a puntear 8 cajas de instrumental de prótesis (algo parecido a contar todo lo que contienen varias cajas de herramientas caseras).Eso me sirvió para despejarme sin necesidad de otro café. Jornada tranquila pero la cabeza me estallaba y tenía sueño. Tuve tiempo para llamar a Susana para ver como le iba la mañana (ella entraba a las 9) y mandarle un correo a Iago para saber como estaba Cristina y su pie.
Como era el santo de mi hermano quedamos para comer fuera (en el Asador Castellano) pero mi todavía lengua de trapo me impidió saborear esas viandas como se merecían. Al estar tan cerca de casa de Carol y tener pendiente un café la llamé y bajó. Estaba entre nerviosa y mimosa por las oposiciones, quería que la distrajera y le animara porque mañana tenía la presentación. Tomamos algo en la terraza de abajo del Panaché y me contó todos los detalles de los exámenes de los conocidos. Me preguntó por mi noche en As Lapas y me dijo que su tío estuvo de guardia en urgencias y atendió a una chica de mi playa herida en un pie. Demasiada casualidad pero por su descripción de la hora y la chica creo que era Cristina (parafraseando a Mercromina vivimos “en un mundo tan pequeño”).La dejé deseándole suerte a todos sus compañeros de fatigas opositoras. Un paseo hasta casa, ver los restos del naufragio y salir hacia el CGAI. Ponían un clásico como A Star Is Born de Georges Cukor restaurado con material extra pero en todo su esplendor con el cinemascope y technicolor. Duraba tres horas pero no eché ni una cabezada, buena señal de que conseguían hacerte mantener el interés durante todo el metraje aunque Judy Garland perdiera su esplendor juvenil seguía deslumbrando como cantante y James Mason nos recordó que siempre existirán los Norman Maine. Vuelta a casa para cenar, ver algo de video y acostarse pronto, descartando acudir a otra de las nuevas fiestas del Velvet.

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