Menuda Rentrée
Embriagado de buen rollo y de sudor, tras una rápida sesión de saludos, comentarios y pasos por el baño o el ropero, cogimos un taxi con destino claro: el Patachím.
Tenía miedo de enfrentarme a la vuelta al Pata y encontrármelo todo muy cambiado sin ver a nadie conocido pero sucedió justo al revés. El primer encuentro fue en la misma puerta con Patricia y su hermano. Unos pasos más adentro me topo con Lucía y Eva. Los dos encuentros eran demasiado prematuros como para pararse a hablar así que seguimos hacia el sitio de los Nouvelle. Cuando pude ver por allí rondando al chico de barbas de ingrato encuentro anterior comprendí que la noche sería difícil de olvidar como así fue.
Al rato me sentía como en casa, el repertorio de Juanjo había cambiado ligeramente pero seguía siendo muy apetecible. Comenzaron las idas y venidas de unos y otros entre la barra y el baño. Era inevitable que algún encuentro se repitiese.
Primero estuve un rato con Patricia que sigo sin comprender cómo se le metió en la cabeza que yo sabía italiano porque me presentó a una amiga suya bajita que era italiana, le recordé que me había prometido el dvd de Lomax y nos intercambiamos los teléfonos para ello.
Después le llegó el turno a Eva, hicimos algún pequeño amago de no saludarnos para evitar malos rollos pasados pero comprendimos que no tenía sentido y nos pusimos al día. Habiendo charlado con ella era inevitable la segunda parte, la llegada de Lucía.
También tuvimos dudas pero enterramos el pasado y me contó que se iba a Londres a vivir con su novio, recordé que mi hermana curraba en lo suyo y le comenté que si quería referencias sobre sitios donde poder currar se las daría por ello también nos dimos los teléfonos.
Curiosa coincidencia que dos chicas que conozco desde hace casi dos años hayamos tardado tanto tiempo en darnos los teléfonos cuando hemos estado juntos muchas veces bailando o en el cine y sea precisamente hoy cuando lo hacemos al mismo tiempo.
Pero para finalizar la rentrée había que cumplir cierta tradición: subir a bailar, esperé al momento que me llenara lo suficiente para acometer la tarea y eso sucedió cuando Juanjo puso 33 de LCB. El resto de la noche ya carecía de importancia, aquel era el momento definitivo y lo mejor que podía hacer cuando las luces se encendieran era irme para casa.
Tenía miedo de enfrentarme a la vuelta al Pata y encontrármelo todo muy cambiado sin ver a nadie conocido pero sucedió justo al revés. El primer encuentro fue en la misma puerta con Patricia y su hermano. Unos pasos más adentro me topo con Lucía y Eva. Los dos encuentros eran demasiado prematuros como para pararse a hablar así que seguimos hacia el sitio de los Nouvelle. Cuando pude ver por allí rondando al chico de barbas de ingrato encuentro anterior comprendí que la noche sería difícil de olvidar como así fue.
Al rato me sentía como en casa, el repertorio de Juanjo había cambiado ligeramente pero seguía siendo muy apetecible. Comenzaron las idas y venidas de unos y otros entre la barra y el baño. Era inevitable que algún encuentro se repitiese.
Primero estuve un rato con Patricia que sigo sin comprender cómo se le metió en la cabeza que yo sabía italiano porque me presentó a una amiga suya bajita que era italiana, le recordé que me había prometido el dvd de Lomax y nos intercambiamos los teléfonos para ello.
Después le llegó el turno a Eva, hicimos algún pequeño amago de no saludarnos para evitar malos rollos pasados pero comprendimos que no tenía sentido y nos pusimos al día. Habiendo charlado con ella era inevitable la segunda parte, la llegada de Lucía.
También tuvimos dudas pero enterramos el pasado y me contó que se iba a Londres a vivir con su novio, recordé que mi hermana curraba en lo suyo y le comenté que si quería referencias sobre sitios donde poder currar se las daría por ello también nos dimos los teléfonos.
Curiosa coincidencia que dos chicas que conozco desde hace casi dos años hayamos tardado tanto tiempo en darnos los teléfonos cuando hemos estado juntos muchas veces bailando o en el cine y sea precisamente hoy cuando lo hacemos al mismo tiempo.
Pero para finalizar la rentrée había que cumplir cierta tradición: subir a bailar, esperé al momento que me llenara lo suficiente para acometer la tarea y eso sucedió cuando Juanjo puso 33 de LCB. El resto de la noche ya carecía de importancia, aquel era el momento definitivo y lo mejor que podía hacer cuando las luces se encendieran era irme para casa.
