Resaca, tenis y procesiones
Mi cabeza me daba vueltas y vino mi madre a despertarme de forma sutil (abre la puerta dejando pasar un torrente de luz y me pregunta si me voy a levantar a comer).Estaba claro que quería que me levantara como cualquier hijo pródigo pero aunque intenté resistirme el daño ya estaba hecho la luz me cegó y no pude volver a dormirme. Para volver a la normalidad una ducha tirando a fría, poner la mesa y a comer. La tarde se presentaba interesante, hacía día de playa y Nadal jugaba una final de Roland Garros que parecía iba a ser larga y tenía para leer el periódico. El partido estaba vibrante pero una siesta en el Orzán me sentaría bien, así que me pasé dudando si bajar o no pero al final me quedé. Me llamaron para recordarme que era el cumple de Bea y que íbamos a quedar unas horas después en la Plaza de Azcárraga para darle los regalos. Nadal ganó su partido y yo subí a hacia la Ciudad Vieja. Me esperaban en una terraza Marta, Sonia, Marian y Alex. Me pusieron al día de las novedades y yo les conté mi viaje a BCN, creo que lo del billete de avión se convertirá en un clásico. Apareció Bea acompañada de su amiga Marian (otra) y le dimos los regalos. Acertamos esta vez con los libros de diseño o arquitectura y ropa. Bea quiso ejercer de anfitriona, pidió otra ronda (monopolizada por los Trina de Manzana) y cosas para picar. Mientras estábamos charlando, empezó a vislumbrarse el inicio de un procesión (creo que del Corpus) que subía a duras penas por la cuesta. Era curioso ver a esa gente con sus mejores galas cumpliendo con una arcaica tradición religiosa tan patética que nos puso una sonrisa en los labios. Más tarde bajamos al Cero Estrés donde apareció Julio (conversación tragicómica sobre sus problemas con el colesterol) y un poco después Su y Luz que como al resto hacía mucho que no veía. Se me hacía bastante tarde, de hecho debería de estar durmiendo hacía tiempo pero merecía la pena reencontrarse con parte de mis amigos.
