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jueves, mayo 26, 2005 

Salidas y llegadas

El puto sol entró por la ventana y no me dejó dormir, me pegaba justo en la cabeza, tuve que cambiar de posición varias veces, menos mal que con el antifaz no me daba en los ojos. Todos se habían ido cuando me desperté, unos a clase o a estudiar y Santos a la sala de montaje (otro día sin apenas verlo). Quedamos en vernos sobre las dos en casa y en cuanto supiera algo de Álvaro y Raquel le mandaría un mensaje. Acabé saliendo de casa a las once, cogí el metro hasta Plaza del Ángel, desayuné comida del Commebio de Via Laietana y me fui a la tienda Adidas pero no tenían el modelo que quería mi hermano (le llamé y me dijo otros).Estuve intentando hablar con Raquel desde el mediodía pero no hubo manera de conseguirlo. Paseé por el puerto, observé como “daban el agua” los manteros y uno gordo tropezó y se cayó a los pies del policía motorizado volviéndose a caer al levantarse con el cachondeo general y la incredulidad del madero. La niebla me impidió disfrutar de la Barceloneta y seguí caminando. Me compré un poco de queso de lonchas y se lo metí al pan de cereales que me sobró de la compra matutina en la tienda de Commebio. Me bastó para comer, opté por completarlo con una tapa en Quimet y Quimet (recomendado por Xurxo ese gran gourmet).El sitio no me convenció porque era pequeño, estaba lleno y no podía sentarme, así que cogí el metro de vuelta a casa. Cuando llegué le comenté a Santos que no sabía nada del resto, se suponía que deberían haber llegado a la una y llamarme pero nada.
De repente, una llamada misteriosa, era Álvaro desde una cabina.Me preguntó cómo llegar a casa de Santos y me dijo que Raquel no había venido y no tenía sitio donde quedarse, le daba vergüenza ir a casa de la amiga de su novia. Me costó asimilar la llamada, no sabía qué hacer y Santos ya se había marchado. Mientras le daba vueltas a la cabeza, recibí un sms de Raquel que me decía “dile a Álvaro que me llame urgentemente”, pensé que se habían peleado o algo así y decidí mandarle un sms a Raquel pidiéndole que me contara qué había pasado. Me llamó al instante, me dijo que todo había sido debido a que no encontró su pasaporte y no la dejaron volar aunque ahora había encontrado el DNI y estaba pensando en coger un vuelo para mañana y por eso necesitaba hablar con su novio. Fui a buscar a Álvaro le conté la situación, subimos y vio que quedaban pocas opciones o dormía en la terraza o metía un colchón a los pies de la cama de Santos. Dejó sus cosas y nos fuimos a patear la ciudad, teníamos hasta las diez para hacer lo que quisiéramos. Entre tanto paseo sin rumbo, nos metimos en el barrio chino del Raval, nos dimos cuenta que teníamos que salir de allí como fuera, aceleramos el paso y lo conseguimos. Unas cosas y otras nos dejaron la boca seca, por lo que nos sentamos en una terraza a tomar unas cañas y charlar. También entramos en una tienda de segunda mano donde nos compramos unas camisetas y había unas chupas de cuero muy interesantes, me probé alguna pero no me decidí a comprarla. Recibí un sms de Iria que nos decía que subiéramos hasta Gracia que le apetecía vernos. Por el camino vimos una tienda de seguridad (equipamientos para policías, militares o espías) una vez más intentando meternos el miedo en el cuerpo y hacernos creer que hay que estar protegidos.Nos perdimos, no encontrábamos la plaza donde habíamos quedado, llamé a Iria y nos llamó Santos, estábamos muy cerca y no nos costó llegar. Iria nos presentó a su novio Joel (puede que se escriba así pero no estoy seguro). Esperamos por Santos pero como no nos atendían nos fuimos a un local llamado I Què? donde cenamos, nos pusimos al día y sacaron fotos (pero creo que no salieron bien). Como al día siguiente era laborable, Iria y Joel se fueron para casa y nos quedamos el trío fantástico. Estuvimos en dos sitios más, en el mítico Mond Bar charlando y recordando aquellas noches coruñesas, y en un local muy cool pero que Santos no sabía el nombre, nos contó que la camarera trabajó en el corto que está montando y se fue a hablar con ella un rato. Seguimos charlando, Álvaro estaba con el síndrome “esta noche estoy soltero vamos a una disco” pero nosotros estábamos bastante cansados y le convencimos que lo mejor era volver a casa (Raquel me debes una) y durante el largo camino de vuelta tuvimos una de esas conversaciones tan típicas y trascendentales sobre el uso o abuso de drogas legales o ilegales que me recordó otros tiempos con parecidas conversaciones por las calles coruñesas los tres juntos y me di cuenta que era un momento que tardaría en repetirse.

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