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miércoles, abril 12, 2006 

Fragmentos ferroviarios

Crónica de un viaje en tren desde Coruña hasta Alicante.
Soy de los que suele ser bastante tranquilo antes de cada viaje, incluso demasiado, lo hago todo con tanta calma que hoy casi pierdo el tren que salía a las nueve ante la desesperación de mi madre. A continuación reproduzco párrafos enteros que he ido escribiendo en el transcurso de mi viaje.

“Llevo dos horas y media de viaje. Acabamos de llegar a Ourense. El vagón ya está lleno y hace calor. A mi lado tengo a un niño de unos 12-14 años fiel exponente de los chavales de hoy: va vestido con vaqueros y sudadera con capucha, lleva gafas de miope marca puma, está jugando a una consola portátil y antes estuvo escuchando su mp3.
Parece hijo único, su madre está al final del vagón. El corte de pelo es normal, nada extravagante por lo que deduzco que no ha empezado esa fase rebelde.
El resto del vagón lo llenan personas mayores, alguna madre o abuela con sus hijos o nietos incluidos un par de bebés que no paran de dar la lata y algún que otro adolescente embutido en sus cascos.
De las chicas destaco a dos. Una estudia económicas porque los libros de contabilidad que ha sacado no me suenan de nada, tiene discman y también lee el Jueves, lleva el pelo largo y está muy pendiente de su bolsa. La otra se ha subido en Santiago, lleva estética redskin-mod, una bolsa de la nueva tienda pop “A Reixa”, camiseta tipo Nice Trip o Rei Zentolo, pantalones Levi’s y lee el Tentaciones mientras escucha música.
He pasado estas horas repasando mentalmente si me había olvidado algo: el cepillo de dientes (nada grave).De leer me he traído la “Trilogía de N.Y.” de Paul Auster y de música he cargado el mp3 con un poco de todo: Mando Diao, Belle & Sebastian, Seu Jorge, Beatles, Hard-fi, Artic Monkeys y Fleetwood Mac y de apuntes cargo con el RD sobre legislación de productos sanitarios.
Estoy preparado para ese vuelco al corazón y primer ataque de morriña que se produce cuando dejo Galicia por la incertidumbre de si me pasará algo que me impida volver.

El niño y sus padres se han bajado en Zamora a las dos y media. Ya he comido fiambre y pan, he leído, he chapado, he mirado por la ventana, he dormido, he paseado…no sé qué hacer y aún me quedan ocho horas.
La otra chica se ha bajado en Medina del Campo donde he aprovechado para llamar a mi padre, por lo visto hace sol y se están comiendo un cocido en casa de mi primo.
Me he tomado un café asqueroso y el paisaje ha cambiado. Sigue siendo verde pero ahora sin apenas vegetación salvo algunos olivares. El cielo ya no está cubierto y luce el sol.

Ávila.16:20.He visto toros de lidia bellos y libres, ajenos a su terrible fin, esa matanza cruel llamada fiesta nacional.

Queda una hora y ya no aguanto más. Estoy harto, hasta me he tragado una película infumable de Dennis Quaid y Scarlett Johanson para pasar el rato.
Al final somos casi como una familia tras once horas de viaje, recordaré a René, un auténtico terremoto de unos doce años que no ha parado en todo el día de hablar con todo el mundo e ir de aquí para allá. Por lo visto le conocen en la televisión como “el pequeño bola” después de aparecer en Riazor varias veces en “El Día Después” volviendo locos a los guardas de seguridad.”


Me vienen a recoger mi primo, mi padre y mi hermano, cenaremos en casa del primero y luego iremos a dormir a la Residencia para mutualistas médicos y farmacéuticos donde pasaré una semana que algunos dicen santa.

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