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viernes, diciembre 23, 2005 

Alargando las horas de sueño

Al salir tengo una llamada perdida de Marta, la llamo, está con Luci y quedamos los tres en el Tren para picar algo. Cuando llego está lleno y buscamos otros sitios, con la misma suerte, acabamos tomando unos sándwiches en la hamburguesería La Torre. Más tarde fuimos al Baobar donde me encontré con Marga y con parte de los ex Nouvelle Cuisine. Allí pasaron dos hechos para olvidar y recordar al mismo tiempo.
Mi cabeza seguía sin funcionar muy bien, la conversación tenía cierta intimidad y dejé aflorar ciertas dosis del machismo latente y dormido, casi genético, que me llevó a decir unas palabras que te hacen “perder puntos” dentro del universo femenino. No las voy a citar aquí por razones obvias pero se acercarían al tópico de que “el hombre es infiel por naturaleza”.
El otro acontecimiento para recordar fue un momento de tensión que estuvo a punto de hacerme caer al suelo. Conversaba atentamente con Luci pero mi campo de visión se acercaba a la puerta. Allí había una chica hablando que tenía la mano metida en el marco de la puerta medio abierta. Charlaba sin darse cuenta que alguien entraba, yo veía que la puerta iba cerrándose y la chica no quitaba la mano. Me quedé sentado haciendo muecas de espanto, abriendo la boca para gritar pero no me salía ningún sonido, estaba paralizado ante el desastre con Luci perpleja mirando para mí. Fueron unos segundos interminables, ya veía la mano destrozada y escuchaba el grito de la chica cuando en el último instante quitó la mano. Tras el alivio y la explicación consiguiente a Luci, me fui hasta la puerta para ver si mi vista me había engañado y existía un espacio entre el marco y la puerta, pero no fue así el desastre podría haber ocurrido y yo haberme caído hacia atrás al desmayarme.
Pasado el momento de euforia, contándoselo a Marta que regresaba de hablar por el móvil, nos fuimos a casa quedando para comer mañana en el Artabria.
Ha sido un día completito justo cuando se cumple el onceavo mes de este diario.

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