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sábado, diciembre 17, 2005 

El Derby

La rivalidad geográfica es inevitable aunque no es incompatible con la lucha unida a favor del territorio común. Llevar dos años esperando repetir el doble enfrentamiento futbolístico entre el Depor y el Celta, no implica que no tuviera ganas de que tardara unos años más en repetirse.
Dejando los antecedentes a un lado, salí del cine hacia casa para ver el partido por la tele con mi padre, con el tiempo justo para un rápido aprovisionamiento de pipas y cacahuetes en el supermercado para calmar los nervios.
La excitación que me produce un partido de rivalidad hace que grite desde el primer segundo aunque sea a una pantalla de televisión. Poco a poco se pasan los minutos y llegan las jugadas clave: salto de alegría con el primer penalti y posterior gol de Diego, incredulidad y sorpresa por la genial jugada de Valerón en el segundo gol y una risa incontenible después del zapatazo de Capdevila que llevó el 0-3 al marcador al filo del descanso. Pausa necesaria para calmar los efusivos ánimos y recibir una llamada de Marta para recogerme e ir a cenar a casa de Marian. Relajación en la segunda parte, con ganas de una mayor goleada, risas por los cánticos e impotencia celestes, y satisfacción final por un resultado que agranda la distancia que nos separa.
Esperaba una llamada de algunos amigos forofos para una gran celebración, que no se produjo, por lo que acepté los planes de Marta para cenar en casa de Marian.
Me gustó mucho la nueva casa, con lo justo pero bien decorado para vivir una o dos personas. Después de cenar y volver a ver el resumen del partido nos pusimos a ver unos capítulos de Friends, porque el resto de películas disponibles o las habíamos visto o no nos interesaban. Era la décima y última temporada, me resultó extraño volver a ver una serie que dejé en su octava temporada, me costaba enlazar el argumento pero me dejé llevar enseguida. Pasaron las horas y los capítulos hasta las tres y media que ya era una hora prudente para dejarlo ahí y volver a casa.

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