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martes, abril 19, 2005 

Lluvia, cafés y mp3

Me encanta la lluvia aunque suponga pisar los charcos, paraguas en mano, en una carrera contrarreloj para coger el bus y acabar llegando tarde a currar (como siempre) pero empapado de rodillas para abajo. Si le añadimos que en la loca carrera piso mal y me jodo un pie y dejaré otra semana más sin hacer deporte (y van tres) cuando ya llegó a los kioscos el Especial Culos de la Elle de todos los años y las revistas de tíos ponen abdominales imposibles en sus portadas y no me gusta volver a sacar la ropa de abrigo, me dejan con el ánimo por los suelos. En estos casos, necesitas quedar con tus amigos o la socorrida terapia cinéfila. Como los habituales llevan tiempo en una especie de retiro y no bajan nunca, y los no habituales son incompatibles con tu escaso horario no queda otra alternativa que acudir al CGAI. La planificación cinéfila semanal suponía tres días seguidos y un viernes imprescindible. El lunes y martes Brasil volvía a agitar conciencias con dos excelentes películas. El primer día Amarelo Manga de Cláudio Assis donde las vidas miserables de sus personajes se entrecruzan creando una sensación de pertenencia a una sociedad individualista, homófoba y violenta.
El martes por la tarde recibí el esperado mensaje de Tóni que estaba con Sergio viendo la exposición del Kiosco Alfonso del fotógrafo chino (de la que ya hice una crónica otro día) y quedé en verlos en la puerta después de salir del curro. Tomamos un coffe en el Hispano poniéndonos al día de sus ausencias y mis escasas noches de juerga quedando en vernos el sábado por la nuit (¡¡milagro vuelven a salir!!).Como segundo plato me fui al CGAI a ver Bicho de Sete Cabeças de Laís Bodanzky con ese sex-symbol latino Rodrigo Santoro en una interpretación estelar de una historia real sobre un chico forzado a internarse en un psiquiátrico por un padre autoritario temeroso del contacto con las drogas blandas de su hijo. Si estas premisas iniciales ya apuntaban dureza aún quedaba lo peor, la denuncia de las condiciones inhumanas a las que trataban a los pacientes. Salí con ganas de gritar contra el mundo y con una canción que no me podía quitar de la cabeza. Llegué a casa, me tomé un bocata y al ordenador a buscar la canción en mp3, me costó pero la encontré y conseguí bajármela. Era “O Seu Olhar” de Arnaldo Antunes y Marisa Monte. También descubrí que tocaba a finales de Mayo en Santiago pero no podré ir por ser un Domingo.

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