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miércoles, febrero 08, 2006 

Iluminados por el fuego

Quedé con Tóni en el Quindío a las siete y media. El plan era tomar algo para después ir a los cines Equitativa para ver la película argentina “Iluminados por el fuego” de Tristán Bauer. Podría haber llamado para ver la película a Marta (y ejercer de celestino entre ellos) o a Carol que vive al lado del cine pero al final no lo hice.
Tenía una idea de lo que nos íbamos a encontrar: jóvenes e inexpertos soldados intentan supera sus propios miedos, las gélidas temperaturas y su menor capacidad militar para luchar por su patria en una guerra ridícula (como todas) para mantener la soberanía de unas Islas Malvinas de interés puramente geográfico y estratégico, no contando (que yo sepa) con ninguna materia prima interesante para explotar.
Los estragos de aquella guerra de su juventud, la derrota física y moral permanece tan presente que les sigue llevando al suicidio décadas más tarde. Los vínculos sufridos forjaron grandes amistades que son las primeras a la que llamar en caso de necesidad.
Uno de aquellos combatientes recibe la llamada de la mujer de su compañero, necesita su ayuda porque su marido se ha intentado suicidar y agoniza en el hospital. Este nuevo reencuentro despierta los fantasmas de su pasado y decide enterrarlos para siempre con esa especie de redención que supone tener que regresar a donde ocurrió todo.
La escasez de medios dignifica las escenas de batalla que se resuelven con oficio a base de filtros, efectos especiales y los escalofriantes sonidos del silbido de las balas. Pero no se resuelve como debería resultando una película algo floja y por momentos peca de sensiblera. Sin embargo merece la pena el visionado, sobre todo pensando en que se trata de cine hispanoamericano menospreciado por el omnipresente de su vecino del norte. Además tiene como aliciente imaginar cuánto y qué metraje llevaban hecho cuando la presentaron a la sección “Cine en construcción” del Festival de San Sebastián de hace dos años llevándose en premio que les permitiría financiar el metraje pendiente.
Sin que sirva de precedente, en la sesión hubo varias anécdotas que nos llamaron la atención: la ausencia de anuncios antes de la proyección, la presencia de una asidua del Cgai tan cinéfila como yo (coincidimos muchas veces en el Forum y en las escasas escapadas a cines comerciales) y los aplausos finales de un grupo de argentinos que hicieron más largos y bochornosos unos interminables títulos de crédito (resulta extraño ver en los agradecimientos uno directo al presidente argentino).

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